AFILANDO INCONFORMISMOS

Moncho Borrajo: "Me gustan los cruces, porque tengo que tomar decisiones"

Moncho Borrajo afila su inconformismo con La Región.
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Moncho Borrajo afila su inconformismo con La Región

Moncho Borrajo (Baños de Molgas, 1949) se despide llevando consigo, como él dice, dos grandes éxitos: seguir siendo Monchiño para la gente y con las medallas que su público le ha dado: llenar los teatros y recibir los aplausos. Asegura que parte de ese éxito se debe a que “soy una persona que jamás ha tenido odio, digo las cosas como un niño travieso y por eso se me perdona”. En Ourense dice tener la sensación “de formar parte de la gente. No es lo mismo que te admiren a que te quieran y yo me siento querido”.

“Se acabó” es su despedida, ¿qué se siente al subir al escenario sabiendo que es la última vez?

Es un poco comida china, un punto agridulce. Dulce, porque te das cuenta de lo que te quiere la gente después de 50 años. Que te sigan aplaudiendo y llenando teatros, te halaga. Y amargo porque realmente sabes que no vas a estar más en ese escenario. Esta despedida, de alguna manera larga, me está ayudando a reencontrarme con el Moncho que quiere estar ya fuera de los focos. Me ayuda a reflexionar y pensar que ha pasado una vida entera y que mereció la pena, con momentos malos y momentos buenos. Y, sobre todo, cuando actúo en Galicia, tener la sensación de seguir siendo siempre Monchiño, no Moncho Borrajo.

¿Se han acabado más cosas?

Voy a seguir escribiendo, pintando y dibujando. Lo que se van acabando son opciones. Por ejemplo, no te apetece hacer ciertas cosas que hacías a otra edad. Y es que vas evolucionando, vas siendo un poco más seta, necesitando menos cosas, menos gente. Vas necesitando más tiempo para ti. Hay una frase que repito mucho: durante 52 años el tiempo mandó en mí, ahora quiero mandar yo en el tiempo que me dé la vida.

¿Se puede ser artista y no ser inconformista?

Se puede ser y los hay. Pero entonces yo no creo que seas artista. Yo he estado siempre contra el poder establecido y eso me ha dado muchas bofetadas, cierres de teatros, no salir en portadas de revistas, no salir en televisión. Pero no importa, porque ese inconformismo que he tenido me hace ir por la calle con la dignidad de saber que no te has vendido y eso, en la sociedad en la que vivimos, se merece un premio.

"El inconformismo que he tenido me hace ir por la calle con la dignidad de saber que no me he vendido"

¿Ha ejercido la autocensura?

No, porque como buen gallego la retranca nos ayuda mucho. Es decir, contar las cosas sin que te puedan detener y que todo el mundo sepa de lo que estás hablando. Eso lo he hecho siempre, hasta cantando canciones contra Franco en Valencia. Yo humorista no soy, cantante no soy… Formo parte del concepto de cabaret alemán, ese en el que te metes con todo, eres una mosca cojonera, como tienes ingenio…

¿Se castiga el ingenio?

Creo que más que castigar, se silencia, no interesa. Antes no, antes se aplaudía a la persona que sobresalía en cualquier ámbito. Ahora es que molesta a la mediocridad. Hay que optar por aplaudir al mediocre, si no...

¿Alguna vez tuvo la tentación de abandonar o sensación de fracaso?

Hice una despedida hace 15 años para cuidar de mi padre hasta que falleció, pero nunca quise dejarlo y nunca tuve miedo al fracaso. Soy de las personas que se envalentonan ante los problemas. Me gustan los cruces porque tengo que tomar decisiones, los caminos rectos me aburren.

¿Se ha caído muchas veces?

Caído, no, pero baches sí los ha habido. Baches en los que te das cuenta que ha cambiado la gente, que lo que has dicho en un momento ya no vale. Entonces dices, uy, hay que salir de aquí. No puedes pretender que se repitan las cosas, porque no se repiten. Una de las cosas que tenemos los cómicos muy, muy difícil, es que el momento histórico que vives cambia constantemente. De repente el chiste ya no vale, ese es el problema.

Si comenzara hoy, ¿lo tendría más fácil o más difícil?

Creo que más fácil. Cuando empecé rompí muchos conceptos del humor. Me lo decían Gila y Tony Leblanc. Lo que ahora está muy de moda de hablar con el público yo lo hacía ya cuando empecé. Ahora sería más fácil porque hay más formas de hacer las cosas. En aquella época el humor era una línea y romper conceptos entonces era muy, muy difícil. No somos un país mitómano, aquí hay que examinarse todos los días. Se está convirtiendo en un país muy tiktok, y eso es terrible.

¿Hay que tomarse en serio a los cómicos?

Sí. Para ser cómico hay que ser muy serio. Y a los que he leído y admirado lo han sido. Gila, Chaplin, Cantinflas, Groucho Marx. Creo que el humor es muy serio, por eso molesta tanto. El verdadero cómico hace acupuntura, pincha en el sitio exacto pero no sangra, y eso molesta.

¿Se ha sentido usted valorado?

Muy valorado por la gente y muy, muy olvidado por las instituciones. Con todos los partidos. Creo que es porque nunca les he dado cancha, ni he pedido el voto para nadie. Al ser crítico con ellos, cuando están en el poder, no les gustas y claro, no te premian. Las medallas me las regala la gente. Hay un momento en el que te enfadas, lo reconozco, no lo entiendes, pero luego te das cuenta de que eso no es lo importante. Un teatro vacío con 20 medallas no vale nada.

Ourense, ¿punto de partida o de llegada?

Como ciudad, hay una parte infantil que no puedo olvidar. Cuando todos se iban de vacaciones a Vigo, yo iba a Ourense. Para mí es pasear por la calle libremente con 7 o 8 años, ir al parque, a los festivales. Como provincia, como tierra en la que nací, es un punto de referencia siempre. Cuando tengo momentos de cierta nostalgia, de tristeza, vuelvo al río Arnoya, a bañarme allí con mis amigos, y eso ayuda mucho. Cuando deje de trabajar, iré a Molgas más a menudo, porque me apetecerá estar allí, hablar con la gente. Ahí está también el Museo (dedicado al artista), quiero ver si se puede promocionar más, porque me parece que se ha quedado un poco de lado.

Dice que se dio cuenta de que no había vivido, ¿es así?

He vivido, pero no lo que de alguna manera había pensado que iba a vivir. En una profesión como ésta todo es teatro, hotel, viaje, teatro, hotel... y no disfrutas de tu casa, de tu vida. Imagina lo que es estar en un hotel con una piscina divina y no poder bañarte por cuidar la voz. Ese es el concepto de que no he vivido. Por eso ahora le tenga muchas ganas a este adiós. El otro día a las doce de la noche me encontré abriendo cajones en mi casa, y es que no sé ni lo que tengo en ellos.

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