Arturo López Quintela, la ciencia de lo ínfimo

Catedrático emérito, académico de la Real Academia Gallega de Ciencias, ha demostrado que se puede hacer ciencia avanzada con lo más pequeño desde Galicia

Sus investigaciones se mueven en una frontera que hace apenas unas décadas serían consideradas pura ciencia ficción. Manuel Arturo López Quintela (Os Peares, 1953) es catedrático emérito de Química Física en la Universidad de Santiago, fundador de la empresa Nanogap, trabaja desde hace décadas en el ámbito de lo mínimo: nanomateriales, nanomagnetismo y agrupaciones reducidísimas de átomos, como los clústers de cinco átomos de plata que tienen aplicación práctica en tecnologías de vanguardia y en tratamientos oncológicos. Dejó Os Peares para estudiar bachillerato en Ourense, la carrera de Químicas en Santiago, donde se doctoró y empezó sus investigaciones en la Universidad de Göttingen, en el instituto Max Planck y posteriormente en la de Bielefeld, también en Alemania hasta que regresó a Galicia desde donde ha desarrollado una ingente labor que le ha llevado a impartir docencia en las principales universidades del mundo. Fruto de sus investigaciones es autor de numerosas patentes.

¿QUÉ LE ANIMÓ A ESTUDIAR QUÍMICA?

Tuve un profesor en el último año de estudios en Ourense que me animó y me fui a una librería que había en el Paseo y vi un libro que se titulaba “Química cuántica básica”. Y pensé, “bueno, si es básico, vamos a mirarlo”. Y cuando empecé a ver ecuaciones y cosas así, me sorprendió. Se lo comenté al profesor y me dijo: “Sí, pues eso es la base”. Y yo me empeñé en entender todo aquello porque me atraía mucho. Incluso cuando empecé la carrera ya estaba dirigido a estudiar Química Física porque quería saber por qué era necesario hacer ecuaciones para entender la química. Es la frontera entre la Química y la Física.

Y LUEGO SE FUE A ALEMANIA.

Un profesor que había hecho el postdoctorado en Dinamarca me metió el gusanillo y me fui, después de doctorarme en Santiago, a Gotinga, en Alemania, al Instituto Max Planck. Eran los años ochenta, teníamos una niña y nos llegó la noticia de que íbamos a tener gemelos. Y allá nos fuimos con tres niños en un Seat 124 de aquellos antiguos, un día con una de las nevadas más grandes que había habido en Alemania. Años después, el profesor con el que estaba ganó una plaza en la Universidad de Bielefeld y me dijo si quería irme con él y montar el nuevo departamento y allí nos fuimos otros tres años a Bielefeld.

¿Y CUÁNDO DECIDIÓ REGRESAR?

Cuando se me planteó la posibilidad de desarrollar allí mi carrera docente, me di cuenta de que era el momento de elegir o quedar para siempre o volver. El ambiente allí era muy diferente al nuestro y nosotros queríamos volver a España. Así que cuando las convocaron, me presenté a las oposiciones para profesor en España y saqué la plaza y me vine para Santiago.

¿FUE EN ALEMANIA DONDE SE INTERESÓ POR LAS NANOPARTÍCULAS?

Empecé con la cuántica, pero yo tenía interés en investigar sobre cuestiones más experimentales menos teóricas. En el Max Planck empecé con cinéticas rápidas, que las había descubierto Eigen, que fue premio Nobel de Química en 1967. Y ya en Bielefeld empezamos a hacer nanopartículas y fue donde creció mi interés por la nano. Que en realidad todavía no se llamaba nano, sino reacciones muy rápidas, partículas muy pequeñitas, ultrafinas. Cuando estaba ya en Santiago me encontré a un físico, José Rivas, que también había estado en Alemania haciendo magnetismo y ahí empezó nuestra colaboración.

LAS NANOPARTÍCULAS YA NO LE PARECIERON LO SUFICIENTEMENTE PEQUEÑAS Y SE FUE A LO MÁS ÍNFIMO EN TAMAÑO. ¿CÓMO SUCEDIÓ?

Entre 2000 y 2005 empecé a ver que se podrían hacer cosas mucho más pequeñitas, de apenas varios átomos y eso fue lo que me motivó y me mantiene en activo hasta ahora. Fue después de un año sabático en Japón. Sacamos primero una patente y luego montamos una empresa. Animados por el hecho de que nos planteaban que estábamos en el décimo lugar a nivel científico, pero a nivel tecnológico en centésimo lugar. “Hay que pensar en patentar y no solo en publicar.” Fue complicado porque yo veía a colegas de otros países que contaban con respaldo inversor y aquí estábamos en la época del ladrillo, y los inversores lo que querían era poner dinero y tener beneficios a corto plazo y esta es una apuesta a largo. Tuve la suerte de que una de mis hijas que había estudiado Química se puso al frente de la empresa.

¿DE QUÉ ERA LA PATENTE?

Era una técnica que permitía hacer clústeres muy pequeñitos, por debajo del nanómetro. Por ejemplo, nanofibras de plata que permiten hacer conductor un film de plástico porque son tan finas que permiten que sea un material conductor, flexible y transparente.

HE VISTO EN LA WEB DE ESA EMPRESA QUE FUNDARON, NANOGAP, QUE TIENE MUCHÍSIMAS APLICACIONES EN CAMPOS TAN DISPARES COMO EL ENERGÉTICO, MEDIO AMBIENTE O MEDICINA

Lo que más me gustó de todo eso es la aplicación médica y ahí sí que nos llevamos grandes sorpresas. Por ejemplo, un clúster de tres átomos interactuaba con el ADN, ayudando a los medicamentos anticancerígenos que funcionan a través del ADN. El ADN está muy compactado y solo se abre cuando se replica, que es el momento en que entran los agentes anticancerígenos. Pero es tan poco tiempo que se necesita una concentración tan grande que tiene efectos secundarios. Estos clústers alargan el ADN y mantienen abierta la ventana lo que permite bajar la dosis de esos agentes con la misma eficiencia y reduciendo los efectos secundarios.

CREO QUE TIENEN ENTRE MANOS UN CLÚSTER DE CINCO MOLÉCULAS DE PLATA QUE PUEDE DAR UN PASO ENORME EN LA TERAPIA CONTRA ALGUNOS TUMORES ¿CÓMO FUNCIONA?

Un clúster de cinco átomos ya es catalítico, es decir esa agrupación es capaz de oxidar. Las células cancerígenas viven en ambientes muy oxidantes y ahí es donde mata esas células, convirtiéndose en un agente anticancerígeno totalmente nuevo y ahí estamos acabando la fase preclínica para ir ya a una fase clínica y es muy esperanzador porque como es tan pequeñito, tiene un tamaño inferior a una molécula de oxígeno, puede entrar en el cerebro y eliminar tumores que ahora resultan imposibles. Esperamos que el año que viene esté ya la receta hecha para que una empresa farmacéutica pueda hacer el clúster y aplicarlo en ensayos clínicos, con cánceres terminales de cerebro.

¿Y TIENE MÁS APLICACIONES?

Eso es lo bonito de este clúster que, además de poder llegar a ser un tratamiento para tumores ahora incurables en el cerebro, como catalítico tiene un abanico muy amplio de posibilidades en la industria. Desde eliminación de CO2, convertir CO2 y agua en metano… es todo un mundo. 

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