Opinión

¡Qué tropa, joder, qué tropa!

Esta frase, atribuida en su día al conde de Romanones, sintetiza a las claras a nuestra clase política actual… la peor clase política de nuestro periplo democrático, sin margen alguno de duda. Y el patético “reality show” de Pedro Sánchez y su “he decidido seguir”, ha sido ya el culmen de todos los despropósitos habidos y por haber. Tal cual, un culebrón de esas series televisivas que duran años en llegar al último episodio. Aunque esta se ha resuelto en cinco patéticos y vergonzantes días. Si la credibilidad del sanchismo ya cotizaba en mínimos, ahora es absolutamente ninguna. 

España no se merece a esta tropa de vividores de lo público, no nos lo merecemos. Y mi pregunta ahora es ¿qué va suceder a partir de ahora? ¿Que nuestro sistema judicial va a tener que someterse a las unipersonales directrices políticas de Pedro Sánchez? ¿Que la libertad de prensa queda sometida al pensamiento político del sanchismo? ¿Que aquellos que ideológicamente no pensamos como él somos ahora proscritos políticos? 

Pedro Sánchez ha abierto, a las claras, un nuevo periodo feudalista en nuestro país. Ahora es cuando la vergonzosa frase pronunciada por ese ministro llamado Óscar Puente cobra todo sentido: “Pedro Sánchez es el puto amo”. 

La democracia en España ya es una quimera con esta tropa. Y eso es lo que realmente me preocupa y debería preocuparnos a todos y todas. Y sí, claro que estos cinco días han sido una maniobra táctica de Pedro Sánchez y que su cortina de humo ha sido una representación teatral de un supuesto melodrama personal. Con toda esta pantomima únicamente ha empeorado, y mucho, el clima político y social de confrontación, división y reafirmación de los pensamientos únicos personalistas. 

Nuestra democracia no es hoy más fuerte, como manifiesta Yolanda Díaz; todo lo contrario, nuestra democracia está en vías de extinción con estos comportamientos y estrategias de poder político y personal. Los populismos extremistas solo nos conducirán a estar a la misma altura que los países bananeros sudamericanos que tanto admiran estos personajes de cómic. 

Mi conclusión, España ya tiene un nuevo caudillo por la gracia del sanchismo. Y ya sabemos, por experiencia histórica, los nocivos y peligrosos efectos de estos status. 

Y finalizó mi columna de hoy con una honda preocupación del devenir actual y futuro de nuestro país. Nunca se había llegado tan lejos. Nunca el narcicismo exacerbado unipersonal había sido tan desmesurado. Nunca la avaricia por el poder había llegado tan lejos. Nunca el interés general había quedado tan pisoteado. Nunca el libertinaje político había aplastado nuestra libertad personal de tal manera. Nunca España había quedado en una situación tan débil, desprestigiada y tan quebrada institucionalmente. Nunca los derechos de los españoles y españolas habían quedado tan mancillados con un híper liderazgo absolutista que es difícil de discernir de un estado totalitario. 

Bildu, el independentismo radical, y los vividores de lo público, hoy aplauden con las orejas. España hoy está más lejos que nunca de ser un democracia real. 

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