ÁGORA ECONÓMICA

¿Son viables las smart cities en Galicia?

Los ciudadanos demandan, cada vez más, al nivel municipal (ayuntamientos y diputaciones) una mayor eficiencia en la gestión pública

Lo anterior pasa, inevitablemente por tener que cambiar los modelos de gestión local. Para ello es necesario aprovechar todo el potencial que suponen las Tecnologías de la Información y Comunicaciones (TICs). Ya no basta con prestar servicios, hay que garantizar que los mismos tengan el mayor nivel de calidad y eficiencia para mejorar los niveles de bienestar de la ciudadanía. Solo así se conseguirá que los ayuntamientos y diputaciones aseguren el crecimiento económico a sus habitantes, se reduzcan los costes de la prestación de los servicios, se garantice su calidad y, finamente, se consiga que su prestación se realice de forma integrada, con el consiguiente ahorro y generación de sinergias.Para responder a estas nuevas demandas, nace un nuevo concepto de ciudad, la ciudad inteligente o smart city.
A pesar de que en España todavía está dando sus primeros pasos en la creación de las ciudades inteligentes, este concepto no es nuevo. La Unión Europea (UE) lleva años apostando y apoyando, incluso económicamente, este tipo de iniciativas. 

MÁS ALLÁ DEL USO DE LAS TICs
Sin embargo, hay una gran confusión en relación a lo que es un smart city. Se suele argumentar que con la digitalización de ciertas actividades y servicios locales, ya se cuenta con una ciudad inteligente. Nada más lejos de la realidad. 

Para que una ciudad sea inteligente es necesario ir más allá del uso de las TICs.  Según la UE es necesario, entre otras cuestiones, mejorar el funcionamiento de las redes de transporte urbano, el tratamiento, suministro y depuración de agua, la recogida y tratamiento de los residuos sólidos urbanos, el sistema de iluminación, los espacios públicos y, conseguir una administración local más interactiva y transparente con el ciudadano. Además, todo este desarrollo debe ser respetuoso con el medio ambiente. Si esto no se consigue, no se tiene una smart city.

Por lo tanto hay que ser muy cauto a la hora de calificar a una ciudad como inteligente.  . Si esto no es así, se estaría desvirtuando este concepto. Es más, es técnica y económicamente imposible que todas las ciudades sean inteligentes, ya que para eso es necesario cumplir una serie de condiciones. 

ECONOMÍAS DE ESCALA
Para que exista una smart city es necesario prestar un amplio número de servicios a los ciudadanos. Esto nos lleva a señalar la importancia de contar con ciudades de determinada dimensión poblacional, donde se puedan prestar servicios de calidad a los ciudadanos. Por lo tanto, la variable poblacional juega un papel importante, ya que en última instancia será la que permitirá la existencia de economías a escala en la prestación de los servicios públicos. 

Como ya se señaló en el artículo de la semana pasada en el suplemento Euro, este requisito juega en contra de las ciudades gallegas, ya que su tamaño poblacional es muy reducido. En Galicia tenemos muchos municipios, y la mayor parte son de tamaño inferior a los 5.000 habitantes. Con esta limitación, es misión imposible ser una smart city. 

Ante esto se podría pensar que si el objetivo es convertirse en una smart city, la única posibilidad que queda a los municipios con poca población, es asociarse con otros próximos geográficamente, para la prestación de ciertos servicios. Sin embargo, la realidad nos muestra como lo anterior, al menos para el caso gallego, resulta muy difícil. La “genética municipal” en Galicia es poco permeable a la prestación de servicios compartidos. 

La ingente construcción de depuradoras, polideportivos municipales, piscinas, conservatorios de música, o la creación de oficinas de servicios de atención social, para la juventud, etc., en municipios que no lo necesitaban, durante los años de bonanza económica (incluso cuando en un municipio colindante ya se tenía esa instalación o servicio) es una buena muestra de lo anterior. Este gasto, en su mayor parte de naturaleza impropio, ha socavado los recursos municipales.
Si el tamaño poblacional de las ciudades es pequeño y no hay voluntad de colaborar hay que ser consecuente y olvidarse de ser una smart city. No obstante, quizás en Galicia, con un problema de minifundismo poblacional local tan grave, la potencialidad de las smart cities podría ser un revulsivo para potenciar la creación de redes urbanas, que busquen actividades colaborativas. Hoy en día, el trabajo en red es cada vez más necesario y las ciudades no pueden escaparse a esta realidad. 
Salvado este primer escollo, hay que tener en cuenta que una ciudad inteligente precisa disponer de una infraestructura (material y humana) suficiente que garantice las demandas de los ciudadanos. Por lo tanto, aquellas ciudades que no tengan capacidad para prestar determinados servicios, no se podrán calificar como inteligentes. Esto también afecta notablemente al municipalismo gallego.

PLATAFORMAS INTELIGENTES
En tercer lugar, es condición necesaria contar con una red de información creada a partir de plataformas inteligentes. No se trata únicamente de recopilar información sobre la prestación de un determinado servicio público (esto hoy en día gracias a los avances informáticos es bastante sencillo); hay que llegar más allá, es imprescindible sacar partido a esa información, para mejorar el servicio que se presta.
Es inevitable la introducción de técnicas económicas para la evaluación de los proyectos e iniciativas públicas a nivel local: análisis coste-beneficio, coste efectividad, precios- sombra, valoración contingente, etc. Para eso hay que contar con personal especializad en los ayuntamientos en materia económica y, por desgracia, la tónica dominante en la mayor parte de los municipios gallegos es su carencia.

Hoy en día la relación de puestos de trabajo de la administración local muestra la existencia de muchos puestos bases, careciendo de personal técnico especializado. Si a eso se le une la elevada temporalidad y eventualidad de la plantilla, resulta muy difícil contar con personal estable suficientemente preparado. Quizás para salvar esta dificultad, las diputaciones provinciales, que suelen contar con mayor número de técnicos de grado medio y superior que los ayuntamientos, pueden intentar realizar este ejercicio económico.
No realizar esta actividad supondrá la imposibilidad de estudiar las incidencias que puedan surgir de la prestación de los servicios locales e impedirá la planificación de potenciales demandas. Si esto es así, resultará imposible optimizar la oferta de bienes y servicios públicos de titularidad municipal.

CONOCIMIENTO DE LA DEMANDA
Llegamos al último requisito para poder ser potencialmente una ciudad inteligente: hay que conocer la demanda de los ciudadanos de las infraestructuras y servicios públicos locales. Solo de esta forma se conseguirá que los municipios satisfagan, de forma ordenada y responsable, las necesidades de sus ciudadanos, para mejorar su nivel de bienestar en un marco de desarrollo sostenible. De nuevo, si los ayuntamientos cuentan con escasos recursos para realizar esta tarea, las diputaciones provinciales pueden intentar colaborar para llevar a buen puerto esta necesidad.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, la mayor parte de la literatura en el campo de las smart cities exige que la administración local, para ser considerada inteligente, realice mejoras en un amplio bloque de actuaciones. Por ejemplo, entre otras, en gobernanza, planificación y gestión pública, tecnología, medio ambiente, proyección internacional, cohesión social, movilidad y transporte, capital humano y promoción del desarrollo económico.

Además, es imprescindible que las actuaciones anteriores no sean de naturaleza coyuntural, sino que supongan un desarrollo continuado y sostenido en el tiempo. Esta es la única forma de que se consiga una mejora integral de la calidad de vida de los ciudadanos. Por lo tanto, con mejoras parciales en determinados servicios o durante un breve espacio de tiempo no se conseguiría ser una smart city.
Centrando nuestra atención al caso gallego y siguiendo lo señalado por la Red Localis, Rede local de administración pública (http://www.redlocalis.com) en el documento “Claves para el gobierno local (2015-2019): Diez retos de futuro para la Administración Local”, las ciudades inteligentes están llamadas a convertirse en polos de atracción de nuevas actividades y negocios dentro de las ciudades. 

Las smart cities podrán ofertar un amplio abanico de servicios públicos de calidad, lo que atraerá no solo a más población, sino también empresas, lo que se traducirá en un incremento de la riqueza para las ciudades. Si esto es así, la administración local tendrá un papel muy importante en todo este proceso, ya que será la responsable de recopilar y tratar toda la información generada. 
Así, la administración local obtendrá mucha información de indudable interés para su gestión interna en la prestación de servicios, para los ciudadanos, e incluso para aquellas empresas que puedan estar interesadas en prestar este servicio de titularidad municipal. En un momento en el que la transparencia ya no es que sea recomendable, sino que resulta obligatoria, disponer de esta información es vital para garantizar la viabilidad presente y futura del servicio público.
No se puede obviar que si se consigue una gestión más eficiente de los servicios e infraestructuras municipales y provinciales, es más que probable, que se produzca un notable nivel de ahorro. Y no solo hay que pensar en términos de un menor coste monetario, sino también en la reducción de tiempo de prestación de servicios, lo que redundará en una mejora en la calidad de las atenciones que reciben los ciudadanos de la administración local.

AMPLIO RECORRIDO
A pesar de la relevancia de todas estas cuestiones, la realidad nos muestra como las ciudades gallegas, incluso aquellas de mayor tamaño, no están todo lo preparadas que debieran para afrontar este nuevo reto. A partir del Índice Cities in Motion (ICM) 2015 del IESE, solo siete ciudades españolas se sitúan entre las 80 mejores ciudades inteligentes a nivel mundial. De estas siete españolas, A Coruña es la única gallega.

Sin alcanzar la  posición de Madrid o Barcelona (que son las dos primeras entre las españolas), A Coruña se sitúa ligeramente por encima de otras ciudades como Bilbao, Sevilla o Málaga. Esta posición en el ranking se debe a que en los últimos años desde la ciudad herculina se viene apostando por aumentar la capacidad de cobertura de las zonas wifi, se vienen introducción más controles en los servicios de abastecimiento de agua y  energía, se están mejorando los servicios de movilidad de personas y mercancías, se potencia la administración electrónica y se fomenta una mayor participación ciudadana en la toma de decisiones públicas. 

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