NUEVA OURENSANÍA

Alexandra Niño, ¡que levante la mano quien quiera una súper abuela!

Enamorada de Ourense por partida doble -una tierra, un varón-, Alexandra Niño, colombiana, hoy de aquí, comparte el secreto de sus desayunos, su luz y la noticia de su futuro nieto en ciernes

 

 

Amanece un día luminoso en la villa y apetece terraceo. Ubicamos a una jovial empresaria ourensana de origen colombiano bajo los rayos de este calor preciado al verla con un “crop top” que adorna un abdomen chocolateado. Minutos después nos dirá que hace con frecuencia la lagartija, pero no la de espatarrarse al sol sino la de ponerse cachas en una flexión un tanto más enrevesada.

Alexandra Katherine Niño Benalcázar (Palmira, Colombia, 1983), hizo un viaje por Europa en el 2018 y en una parada en Ourense conoció a su actual marido de origen ecuatoriano. “Tenía unas amigas aquí”, explica sobre tal desvío de la ruta de las grandes urbes. “Fue amor a primera vista, seguimos hablando con el tiempo”, relata en relación a un idilio en la distancia que acaba en boda.

Originaria de Palmira, en el Valle del Cauca, se muda a los cinco años a Bogotá. “Podría decirse que soy ‘rola”: Alexandra informa sobre el apodo por el que se suele llamar a los nacidos en la capital.

Enfermera en un centro de diagnóstico, conoce al padre de sus hijos con el que mantiene una relación intermitente. “Durante diez años entre los 15 a los 25”, puntualiza. Alexandra se considera madre soltera de tres. “Le gustaba andar así como explorando de pueblo en pueblo”, ríe Alexandra una realidad que aquí suena extraño pero que allí está a la orden del día.

Las chicas son guerreras

Describe una crianza apoyada por una hermana, la vecina y la habilidad de esos propios niños que, a medida que crecían, cuidaban los unos de los otros. Residente en Engativá, en el noroccidente de la ciudad, dedicaba gran parte del día a llegar hasta su trabajo. “A veces tardaba dos horas”, describe Alexandra un amanecer a las cuatro de la madrugada para estar en su puesto a las siete y de vuelta en casa a esa misma hora pero ya cayendo la tarde. Una vez le pasó que su hijo mayor tenía que recoger a un hermano en el colegio. “Me dijeron que iban a llamar a Bienestar Familiar, me tocó tirar de una amiga y dejar todo”, explica Alexandra el inicio y fin de una anécdota poco divertida que casi le cuesta el empleo, y da a entender que en la gestión de las urgencias del otro lado del mundo no queda otra que apañárselas y rezar al Altísimo. “Cuando estás con tus hijos guerreando, peleando por ellos, uno busca la manera de echar ‘palante’”, concluye la historieta.

“A mí me crió mi abuelita”, revela sobre su tierna infancia, y nunca emplea la palabra abandono para referirse a sus padres. Suena a realidad común la historia que cuenta Alexandra, que recibe el apellido paterno ya adolescente. Siempre del lado de la luz destina sabiamente más tiempo Alexandra a los que están que a las ausencias. “Yo a ella la veo como mi madre”, informa sobre la que sacó adelante a las dos hermanitas.

Su familia de hoy la forman su esposo residente en Ourense desde los 6 años, “también hijo de madre soltera” apunta, y sus hijos con los que convive. Cuenta más tarde Alexandra que está a punto de tener un nieto, y que su hija apenas acaba de retornar a la casa familiar en Bogotá, para tener allí a la criatura. El cuerpo y el alma de esta mujer desprende de todo menos aura de abuela, vestida en amarillo arrebatador y una musculatura bronceada y bien prieta, pero a Alexandra ni frío ni calor tal dato, no expresa estigma de segunda madre que en tales circunstancias se siente en estas tierras. Huele a que una vez más las sorpresas allá y acá se resuelven de modo bien diferente, “que siga a su corazón”, opina Alexandra, y a que, con lo cañón que está ella, como para preocuparse porque de repente la tengan por vieja.

“En estos momentos aquí estamos iniciando un nuevo proyecto”, habla Alexandra de Negrita, una cafetería colombiana en la plaza Pedro Monteagudo, donde los fines de semana sirven un “levantamuertos” desde las diez de la mañana. “Caldo de ternera, arroz con huevos al gusto, pericos con cebolla y tomate, calentado paisa, bebidas de Colombia…”, describe un desayuno que nada tiene que envidiarle al “english breakfast”, que es de estos de comértelo y tener gasolina para el día entero. También tendrán cabida otras delicias como “empanadas, papas rellenas, arepas, tamales envueltos en hoja de plátano con harina, pollo o cerdo…”, y “qué chimba” sería que les fuese bien y engatusar a los clientes del café temprano con una segunda ronda, quizá de “salchipapas” a media mañana.

“Guerrera”, dice de sí misma Alexandra, mujer de fuerza mental y física. “Me encanta el ejercicio, practico en el pabellón multifuncional”, confiesa una aficionada a la calistenia. “Hacer sentadillas, lagartijas, ‘burpees’, ‘jumping jacks’…”, y nos la imaginamos encarnando el rol de Jennifer Beals en Flash Dance, en un Couto que cada vez más late a ritmo de otros lares. 

De nuevo “el tránsito entre buses”, lamenta la ourensana de otra cepa, a mejorar en la villa, que por lo demás se siente encantada entre el verde y “el clima bipolar” de esta tierra. Quede constancia de tal dato para que los poderosos lo incluyan en sus programas electorales.

“Regresar a mi país, tener una casa en el mar y descansar”, comparte una casi rola el anhelo de que pasen los días en pura exploración entre selva y playa. Nos despide Alexandra Katherine Niño Benalcázar desde el mostrador de su restaurante colombiano, fuerte como al hacer la lagartija, soñadora y sonriente, con un colorido sombrero vueltiao.

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