LA NUEVA OURENSANÍA

La nueva ourensanía | Daniel Alejandro Rojas Velázquez: el árbol genealógico de un portentoso músico criollo

Compone una melodía familiar con los de aquí y los de allá el venezolano Daniel Alejandro Rojas Velázquez. Gallego e indio, rural y urbano, familia primero, virtudes después, encarna un retrato de la nueva modernidad ourensana

Músico profesional, Daniel Alejandro Rojas Velázquez (Venezuela, 2003) recibe rodeado de instrumentos en Milenio Music, donde también trabaja como dependiente para ganarse la vida. Al despedirnos tocará unos acordes y nos hará unos trinos porque es su modo favorito de comunicar.

Daniel Alejandro Rojas
Daniel Alejandro Rojas

“Feliz, contento, tranquilo”, dice sobre su vida en Barquisimeto, “nunca me faltó nada, rodeado de buena gente y de música”, quiere Daniel ya entonar. “Mi padre toca la batería, mi madre canta, mi hermano mayor la guitarra y bla bla bla”, resume así una suerte de familia Trapp con academia musical mitad criolla, mitad mestiza, y en parte de origen gallego. 

Familia por duplicado

“Mi abuelo materno es de cerca de Paredes do Pao y mi abuela es de Fontelo”, informa sobre su galeguidade. El retorno de las nuevas generaciones lo inicia su hermano mayor hace doce años. “Fue un visionario, este país se va pico abajo, yo agarro maletas y me voy”, por lo visto dice. Tiempo después viene su madre, por problemas de salud del abuelo, a posteirori otro hermano, y tras cuatro años se reagrupa toda la familia que va cayendo por cuentagotas a distintas partes de España. Sigue el árbol genealógico abriendo sus ramas y surge otra abuela de Noia por parte de padre, señor que nació en Xinzo de Deva. “También hay un pequeño desenlace, yo soy adoptado”, redoble de tambores de Daniel, hombre moderno, sin prejuicios y franco como un libro abierto. “¡En realidad tengo ocho abuelos!”, comparte, todo risas e ideas claras, aunque a los demás con tanto follaje nos cueste ver el bosque. “Mi familia es mi familia, pese a que yo amo a mi madre biológica”, explica. Relata entonces el joven barquisimetano que ella trabajaba en casa de sus padrinos -que también son sus padres- y “un día apareció con una barriguita que era yo”. Apetece pintar Macondo y la familia Buendía, o algo más patrio como un culebrón venezolano, pero normaliza Daniel una situación en la que se multiplican los abuelos, progenitores y parientes. “De parte de madre biológica soy el mayor de cuatro”, añade.

No reniega Daniel Alejandro de sus orígenes rurales y humildes: “Mi abuela es nativa, de hecho sus raíces son indias”, puntualiza. Así como tampoco se olvida de sus otros padres, ya que “nunca me faltó comida, escuela ni felicidad, y lo más importante que me dieron fue la música”, aclara.

Daniel Alejandro Rojas

La vida moderna

Reside con su novia a caballo entre el domicilio familiar y la casa de los suegros. “Ella sabe hablar coreano, árabe, bastante japonés y chino”, pero explica Daniel que de asiático sólo tiene los gustos y el nombre. “Se llama Min, ella es ourensana cien por cien”. Duermen juntos todos los días y comen aquí o allá según se tercie, a veces con la familia, a veces solos. “Es un poco dar y tomar”, explica de esta forma el joven Daniel alternativas de vida que se estilan entre los mozos de hoy en día, previo a una emancipación que suponemos no es todavía viable.

“Yo no extraño como tal Venezuela así a fuego y aggghh”, comenta y hasta parece que arde en llamas. “Ya los sitios no son lo que eran, extraño a mi gente, pero volvería de visita”, comenta. Cambia el tono Daniel y se pone solemne para concluir: “Puedo vivir sin estar allá, si puedo traerme a mi familia me los voy a traer” y sigue poniendo en valor la oportunidad que le brinda este país frente a la incertidumbre que se vive allí.

Daniel Alejandro Rojas

Ensaya en grupos y orquestas, toca guitarra, bajo, percusión y canta, y casi da risa enterarse de esto al final del bloque, él que empezó ensalzando las aptitudes musicales de todos los que le rodean. “La batería y el bajo son alma y corazón”, manifiesta sus preferencias. “Soy totalmente autodidacta”, confiesa.

“El grupo somos una chica de Xinzo, que solo habla gallego, otra amiga que es cubana, Cristi de Venezuela…” y añade dos Martines ourensanos, a los que distinguen por un recurrente apodo oriental post adolescente de todos los tiempos. Siempre hubo un chino en toda pandilla.

Daniel Alejandro Rojas

“Agarimo”, su vocablo en gallego favorito, “soy hope” (esperanza), dice en inglés. Se le antoja “un sueño, la vida”, como palabras en la obra de Calderón. Alguna ambición más le habrán dejado en herencia los parientes, que no son pocos. “Tener mi propia academia”, confiesa a la postre un Daniel hijo, músico y rapsoda.

Te puede interesar