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REPORTAJE
Los montes de Casaio (Carballeda de Valdeorras) están entre los lugares que escogieron los guerrilleiros -maquis- para combatir el Franquismo, en la primera mitad del siglo pasado. En este abrupto terreno construyeron chozos de piedra con la idea de sobrevivir. Son las mismas construcciones que investiga el programa que desarrolla el Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit), perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), con la Comunidade de Montes de Man Común de Casaio-Lardeira. El objetivo último de la investigación es mostrar todo el material recuperado y tratar de aprovecharlo como fuente de recursos.
El arqueólogo del colectivo Sputnik Labrego, Carlos Tejerizo, al mismo tiempo que mostraba los trabajos que desarrolla un equipo formado por siete investigadores, explicó que todas aquellas personas que estén interesadas pueden contemplar las piezas. Estas fueron depositadas sobre mesas, en el edificio de las antiguas escuelas de Casaio, que permanecerán abiertas todos los días hasta el próximo domingo. El horario de visitas es el siguiente: de 10,00 a 14,00 horas y desde las 16,00 hasta las 18,00 horaso. Antes de dar por finalizada su segunda estancia en Casaio, los investigadores informarán de la campaña "Cidade na Selva 2018" en la charla programada para las 20,00 horas del sábado, 29 de septiembre, en ese mismo escenario de las viejas escuelas de Casaio.
La sala reconstruye la vida diaria de los guerrilleiros, exhibiendo la munición que utilizaban, los huesos de los animales que comían, así como restos de legumbres, tubos de pasta de dientes o cajitas de cremas para la piel, como la de "Nievina", que comenzó a fabricarse en Valencia allá por el año 1934.
Todos los materiales proceden de los tres primeros chozos que exploró el equipo de arqueólogos que dirige el historiador Alejandro Rodríguez, pero en los montes de Casaio hay muchos más. Las gentes de la zona contabilizan hasta una veintena y todos fueron incendiados después de que el maquis los estuviese utilizando hasta aproximadamente 1946.
"Nuestra intención es conseguir un aula para exponer los restos. Es un material único en Europa", comentó Carlos Tejerizo. Su poder de atracción lo confirma Eduardo Daflón, un investigador brasileño que no dudó en sumarse al equipo cuando conoció la labor que se desarrolla no muy lejos de Pena Trevinca. "Conocía un poco la historia y me interesó", dijo.
La posibilidad de captar visitantes aprovechando el rastro que dejó la guerrilla antifranquista no es exclusiva de Casaio, en A Veiga, la Asociación de Hostelería e Turismo de Trevinca (Trevihost) apuesta por la organización de rutas por los parajes que recorrió el maquis. "Estamos intentando dar valor a la historia del territorio. Es interesante", explicó Antonio Fernández. Este fue el objetivo de la excursión que el colectivo programó el último fin de semana, cuyo itinerario incluyó los restos de las trincheras que los guerrilleiros construyeron en los altos para vigilar el terreno.
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