Opinión

En primera persona

Produce cierto estupor que una obviedad sea reproducida como si fuera un acontecimiento. Me explico. El Grupo Crónica, del que formo parte desde que se fundó hace más de 40 años, este dos de mayo recibió una de las grandes cruces que se otorgan cuando se conmemora la fiesta de la comunidad de Madrid. Antonio yo hablamos en nombre de todos los compañeros y dispuse de minuto y medio para dar las gracias y decir un par de frases.

El Grupo Crónica lo forman periodistas de la Transición. Tras el recuerdo obligado a Victoria Prego, amiga de todos nosotros, pronuncié un par de frases, también obligadas, sobre la situación que viven en estos momentos los periodistas y los jueces, hoy profesiones malditas por el Gobierno de Sánchez, que nos acusa de mentir, inventar, difamar y pretende meternos en cintura. Elementos peligrosos que pretendemos hundir la democracia. En un minuto y medio es imposible irse por las ramas, y fui directa a defender nuestra profesión y a la judicatura ante los numerosos invitados. Solo se encontraba un ministro, el de Política Territorial. Otros años fueron más los que aceptaron las invitaciones del Gobierno madrileño, pero hoy no son precisamente buenas las relaciones entre Moncloa y la Casa de Correos.

Mi sorpresa, al llegar a casa, fue el centenar de mensajes en el móvil. Pero también que dos frases mías aparecían entre las primeras informaciones de varios digitales y en las ediciones digitales de varios periódicos “de papel”. Los periódicos de toda la vida.

¿Qué ha pasado para que se considere tan relevante el dolor confesado de una periodista ante un Gobierno que pretende cortar la libertad, eliminar las críticas, considera fake news todo aquello que le molesta y amenaza con promover una ley que nos meta en cintura? Y, más grave todavía, junto a la demonización de los periodistas que quieren ejercer su profesión sin cortapisas también se pretende actuar contra los jueces, que son los hombres y mujeres que se dedican a trabajar para que se cumpla la ley y castigar a quien la quebranta. Tengo la seguridad, la certeza, de que la mayoría de mis compañeros de oficio sienten lo mismo que yo; que en estos tiempos vivimos amenazados porque se nos acusa de no aceptar la democracia.

Lo novedoso ahora es que, además de mis artículos, este Dos de Mayo recibí un galardón junto a mis compañeros del Grupo Crónica y, al subir al estrado, tuve la oportunidad de trasladar a los invitados el sentimiento de estupor, tristeza y preocupación ante un Gobierno que no respeta la libertad de opinión y pretende además cambiar el sistema de elección de los jueces para que al menos mientras Sánchez sea presidente él coloque a sus afines donde más le convienen, donde le pueden hacer favores. Sinceramente, la obviedad no hace titulares. Se agradecen las palabras de apoyo, pero me limité a describir la situación actual de jueces y periodistas. Oficios detestables parta el sanchismo.

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