Una vez cruzamos “A Raia”, esa frontera totalmente virtual en lugares como este, quizás reparemos en que ciertas cosas no son del todo iguales. La hora en el teléfono móvil, por ejemplo, cambia automáticamente. El nuevo huso, no obstante, refleja mucho mejor la posición del sol y el momento del día. Además, el Ministerio de Exteriores nos alerta de que estamos en otro estado. ¿Pero qué hay de cierto en todo eso?
Uno esperaría que, tratándose de una fecha tan señalada, al menos pudiésemos notar alguna otra diferencia. Ayer fue el 25 de abril, día “feriado” en Portugal que conmemora la Revolución de los Claveles, y que puso fin a la dictadura de Antonio Salazar, la más larga de Europa. Un golpe sin sangre del que se cumplieron 50 años.
Sin embargo, en Soutelinho da Raia fue un día como otro cualquiera. Los “parceiros” se reunieron en el bar, el único lugar de encuentro social a varios kilómetros a la redonda, incluidas las aldeas limítrofes de Oímbra. De ahí que entre los “tugas” se encontrasen vecinos ourensanos que se acercan hasta Portugal para jugar al tute y tomar café “de verdad”.
Preguntados por la dictadura y los cambios que la Revolución trajo, los más veteranos coinciden todos en una misma palabra: “liberdade”. Libertad para pensar y para desplazarse, también a Galicia, porque durante la dictadura todo estaba registrado, identificado y controlado. Incluso en esta zona de contrabandistas, “de café, bacalao, tabaco, de todo cuanto se podía esconder de los guardinhas”.
En la terraza del bar se sentaban a una misma mesa tres generaciones de portugueses: Humberto, Pedro y Raul. El primero es el único que vivió aquel día de abril de 1974. Entonces contaba con 15 años, y recuerda que dejaron de vivir con miedo. Pese a todo, pocos meses después tuvo que emigrar a Francia junto a su padre.
Para el resto, la efeméride no dejaba de ser eso, un día de celebración como cualquier otro. Quizás porque dan por hecha una transición tan modélica. O puede que, precisamente por ser hijos de esa revolución, no sean del todo conscientes de que hubo un tiempo en que “A Raia” fue más que una línea imaginaria.