LOS PAPELES DEL ROCK

Pearl Jam: nunca un asunto oscuro resultó tan brillante

Creo que abordando las cosas desde un mínimo realismo, es imposible analizar un nuevo álbum de Pearl Jam  sin detenerse a pensar en toda la escena de la que surgieron desde Seattle y en todo lo que ha sucedido con sus nombres más emblemáticos. Desde su último lanzamiento, ‘Gigaton’ de 2020, hemos perdido al líder de Screaming Trees, Mark Lanegan, tras las trágicas muertes de Kurt Cobain, Layne Staley, Chris Cornell y Scott Weiland, lo que ha convertido a Eddie Vedder en el último cantante superviviente de cierto renombre de lo que se llamó a comienzos de los 90 el grunge.  Sin embargo, siempre pareció ser el más alejado de todo lo que Seattle significaba; nunca estuvo rodeado por el halo de malditismo de la heroína, la depresión y la autodestrucción y Pearl Jam como grupo siempre tuvo una ética propia del punk rock en sus relaciones con la industria y la prensa musical, sin perjuicio de que se demostrase que estaban perfectamente preparados para dar el salto al mainstream sin complejos desde el primer día, lo que bien podría ser el secreto de su longevidad. Que en ese contexto Pearl Jam no sólo haya sobrevivido todos estos años, sino que haya prosperado a lo largo de una ruta muy larga y no siempre fácil atrayendo a grandes multitudes, es algo digno de celebración. Especialmente porque a muchos de sus contemporáneos por diversas circunstancias se les negó cruelmente la oportunidad de hacerlo.

Más de tres décadas después, a modo de cierre de círculo, este nuevo álbum llamado ‘Dark Matter’ los encuentra volviendo sobre sus pasos, aunque esta vez sin Brendan O ‘Brien, sino con el productor más prestigioso y ambicionado del momento, Andrew Watt, productor de los últimos discos de los Rolling Stones y de Ozzy Osbourne, elegido tras su exitosa colaboración con Eddie Vedder en su álbum en solitario de 2022, ‘Earthling’. Es un secreto a voces que Watt ha sido determinante en la elaboración de este trabajo estimulándoles para volverse a situar musical y anímicamente en la atmósfera que se generó con sus tres primeros álbumes, ‘Ten’, ‘Vs’ y ‘Vitalogy’. ¿Resultado final? El álbum más intenso, duro y rockero que Pearl Jam han grabado en más de 20 años y una banda convincente, solvente y que transmite una credibilidad formidable. 

‘Gigaton’ fue una radicalmente honesta declaración de principios, un posicionamiento sobre la era Trump que mostró bien a las claras como Pearl Jam podía no solamente mantener la coherencia, sino esa ira contenida que caracterizó sus inicios. Pero en este disco, en un contexto distinto, el impulso vital, la energía no se ha volcado tanto en un discurso político, sino en un sonido rockero duro, crudo y orgánico que refleja esa misma actitud. Indudablemente, ‘Dark Matter’, ni puede – ni creo que el grupo lo pretenda- ni tiene por qué competir con la brillantez explosiva de su debut, pero en ese mismo espíritu, han dibujado un retrato de una banda cómoda en su propia piel, conocedora de sus propias fortalezas y capaz no solo de mirar hacia atrás, recordando lo grandioso del trabajo que hicieron cuando eran jóvenes, sino también recuperando parte de la magia que los impulsó y los mantuvo en la cima del éxito.

Abriendo con “Scared Of Fear”, Pearl Jam suenan grandes, rebosantes de energía, retomando el espíritu de su histórico álbum debut. La canción es una catarata de guitarras cortantes y poderosas, un estribillo fascinante y un par de solos de guitarra desgarradores mientras Vedder se torna por el contrario más  poético narrando su duelo por una vida desaparecida, algo con lo que la mayoría de nosotros, si no todos, podemos identificarnos. Hay mucho en “Scared Of Fear” de “Rearviewmirror”, sin abandonar tampoco la orientación musical de sus últimos trabajos. “React, Respond”, otro de los más fuertes, recupera y reivindica la influencia más punk rock de los de Seattle y tras haber escuchado el disco ya varias veces, me parece de lo mejor no solamente de este álbum, sino de toda la producción reciente de Pearl Jam. Amén de la vertiginosa ráfaga de agresividad punk de “Running”, cuyas líneas de bajo son herederas directas de “Spin The Black Circle” y su esencia, puramente Ramones. 

No faltan en cualquier caso canciones más de rock clásico, medios tiempos y baladas que aportan una nota de colorido, variedad y calidad que hace todavía más atractivo ‘Dark Matters’; “Wreckage” les lleva a un estilo más folk que continúa conectando a Pearl Jam con Neil Young y Crazy Horse, sin perjuicio de que habiten en sus acordes y estrofas ecos de Tom Petty, los R.E.M. de mediados de los 90 e incluso toques del “Fast Car” de Tracy Chapman. “Waiting For Stevie” es todo un autohomenaje a “Alive”, con unas melodías que enlazan directamente con los ecos, ritmos, cadencias y melodías de ‘Ten’, y que al escucharlas, nos llevan directamente a aquel formidable y quizá irrepetible otoño de 1991, mientras que “Upper Hand” es una pieza que pareciera se inclina hacia una melancolía cómplice, a pesar de su llamativo estribillo. El mejor ejemplo de balada, sin embargo, lo encontramos en el tema final, “Setting Sun”, una canción reflexiva en la que la voz de Vedder se eleva sobre unas guitarras acústicas inspiradísimas y que en ese ámbito, opino que es otra de las mejores canciones que Pearl Jam han hecho en muchos años. 

Y para que no falte de nada, también una guinda pop al pastel. Sí, como lo oyen. Una sorpresa pop directamente inspirada en U2 llamada “Won’t Tell” que, como me pasó a mí, hará que los fans de Pearl Jam más tradicionales se queden de una pieza. Uno de los cortes más pegadizos del grupo en mucho tiempo, con estribillos que en otro tiempo hubieran funcionado a la perfección en la radio, una tierna voz de Vedder, dibujos de guitarra brillantes y un empaque general que sorprende y a pesar de todo, agrada. Una broma de buen gusto. 

Eddie Vedder ha recibido en los últimos años críticas, en ocasiones justificadas, por como se ha trabajado su voz en muchos discos, pero en ‘Dark Matter’, creo que no cabe hacer demasiadas críticas. No hay absolutamente nada de impostación, ni de sobreproducción, hay una vez más esa voz capaz de comunicar y de transmitir con absoluta honestidad como lo hizo en “Alive”, “Even Flow” o “Jeremy”. Lo mismo cabe decir, entrando a analizar este disco desde un punto de vista más técnico de la dupla guitarrera formada por Mike McCready y Stone Gossard, que no toma prisioneros aquí, particularmente el primero, sin demérito del virtuosismo de Jeff Ament en el bajo y de Matt Cameron en la batería, que si obviamente juega un papel distinto del que jugaba en Soundgarden, aquí no deja de resultar igualmente efectivo.  

Puede que sea por el impecable trabajo de Andrew Watt, por la motivación del propio grupo en un encomiable anhelo de reivindicarse a través de una adaptación de su pasado o simplemente porque como a Picasso o a Dalí, la inspiración les visitó mientras estaban trabajando. Pero en cualquier caso, es su mejor trabajo con diferencia en muchos años. Felicitémonos por ello.

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