En 25 años colaborando con este medio en el seguimiento del Club Ourense Baloncesto no he visto un equipo tan imprevisible como el de la temporada que acaba de finalizar.
A nivel global, el resultado podría calificarse como un éxito. El objetivo, en su regreso a la LEB Oro -segunda categoría española-, era lograr la permanencia y lo cumplió con creces.
El COB terminó en el puesto 11 de 18 equipos, a solo tres victorias de participar en la fase de ascenso a la ACB. Todo ello, sin realizar un solo cambio en la plantilla, algo inaudito en la historia cobista.
Pero si diseccionamos el desarrollo de la campaña, comprobaremos lo rocambolesco de lo vivido.
El equipo comenzó líder de la competición, siendo la revelación, pese a sufrir las lesiones de dos jugadores claves: Justin Turner y Karamo Jawara.
La llegada del invierno sumió en un pozo al equipo entrenado por Félix Alonso, quien el 16 de diciembre, tras una humillante derrota en Burgos por 50 puntos, anunció su dimisión irrevocable, impotente ante los malos resultados y el pésimo juego.
Como si fuese Pedro Sánchez, al día siguiente la revocó. Un giro al estilo Xavi Hernández que terminó siendo el definitivo empujón para que el equipo reaccionase y garantizase la permanencia con un buen final de temporada.
En el espacio de ocho meses, vimos a un COB capaz de lo mejor y lo peor. De ganar a un clásico ACB como el Estudiantes a caer contra equipos de la zona baja. De competir hasta el final a diluirse en apenas tres minutos de partido.
Un equipo tan imprevisible, que la entrada al Pazo debería valer doble: el precio del partido y la duda de cuál de sus múltiples caras ofrecería en la cancha.
