Adiós al Colegio Marista de Ourense

Publicado: 02 jun 2014 - 11:05 Actualizado: 02 jun 2014 - 11:06

Soy padre de un alumno del colegio Marista de Ourense que se llama Pablo Guirado ("Guiri"). Y si escribo estas líneas es para dedicar un emocionado recuerdo al colegio donde mi hijo se formó en su infancia y adolescencia, en este momento de su despedida al terminar su Bachillerato en el mismo. Por este motivo, me vienen a la mente multitud de vivencias que a lo largo de tantos años hemos compartido mi esposa y yo con nuestro hijo, teniendo como escenario de las mismas el colegio Marista.

Un conjunto muy completo de profesores fue el yunque en el que se forjó la personalidad de Pablo Guirado y debemos recordar que a través de él conocimos nombres tales como Sole, Pepiño, Xulia, su querida María José, Gago, Hermano Félix con su gran paciencia y empeño en hacer de él un Picasso, presumiendo su frustración al advertir finalmente que Dios no le había llamado para transitar por esos derroteros… Ana y Ampudia, con sus querencias por Oviedo donde concurrían lazos familiares de los tres; Roberto como gran preparador físico que siempre le animaba; Prudencio y sus estrellas filosóficas preferidas como Kant y Marx, entre otras, sabiendo resaltar sus relevancias conceptuales… Moncho, que con habilidad pedagógica desatascó su obstrucción por las Matemáticas… Hermano Diego y su pasión por la corrección en el empleo de la Lengua; su admirada Esther, que logró que la Química fuera su asignatura preferida; Carlos Domínguez, su tutor, que con su empatía natural fue ante todo su confidente y amigo… y tantos otros que faltan en esta pequeña lista cuyos nombres no quisiéramos omitir pero que quizá no tuvimos tanta ocasión de conocer.

Al dar testimonio de la labor ejemplar de todos estos profesores en su formación queremos al mismo tiempo expresarles a todos ellos nuestra gratitud como padres por haber transmitido, aún por encima de estimables conocimientos académicos, la educación en valores humanos tales como por ejemplo, y entre otros, el compañerismo, la espiritualidad, la afectividad personal como asimismo el fomento del ejercicio de la solidaridad, de tal modo que convirtieron a nuestro hijo en una persona más humana y solidaria, idealista hasta ser un poco Quijote defensor de causas perdidas… y, sobre todo, afectuosa, hasta el punto de conseguir que sintiera un gran cariño por el colegio y sus compañeros.

En fín, adiós al colegio Marista, te llevaremos siempre en el corazón y en el mejor de nuestros recuerdos.

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