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SESIÓN CIENTÍFICA
La gran mayoría de los médicos deben lidiar en el ejercicio de su profesión con la transmisión de malas noticias. Informar a un paciente de que padece una enfermedad terminal o que deberá someterse a una amputación, entre otros casos, no son tareas sencillas. Hacerlo requiere una gran dosis de tacto a la hora de hablar con el receptor y mucha cautela para saber qué debe saber éste y qué no.
Con esta temática, la Academia Médico Quirúrgica de Ourense abrió ayer su programa de sesiones científicas con "Caja de herramientas para malas noticias", una ponencia impartida por los especialistas en Medicina Familiar y Comunitaria del centro de salud de A Milagrosa y de Meira, ambos en Lugo, Jesús Manuel Novo y Francisco Javier Martínez Anta, respectivamente.
"Se debe manifestar una empatía con el paciente, entendiendo lo que siente, para así saber la información que desea, necesita o puede soportar", destaca Jesús Novo como una de las claves a seguir por el profesional, al que también aconseja "emplear un lenguaje asequible para él, dar la información de forma escalonada para que la gente pueda ir haciéndose con ella y estar atento a las emociones que estamos despertando en el paciente para dar el correspondiente apoyo".
Cada cultura tiene su propia perspectiva respecto a cómo debe afrontar el médico esta situación, especialmente cuando se encuentra con la disyuntiva de si es mejor que lo sepa el paciente o sus familiares. Novo explica que "es propio de España, Italia o Japón pensar que son los familiares las personas más indicadas para conocer las malas noticias". De acuerdo con los datos de los facultativos, al preguntar al paciente si desea conocer la información, el 80% opta por aceptar, mientras que al preguntarle a los allegados si éste debería recibir la noticia, el 60% responde negativamente. "Lo que hay que intentar es consensuar con el paciente y la familia qué es lo pertinente", aclara Jesús Novo.
A juicio del ponente, lo más difícil del proceso "es trabajar con un paciente que no sabe lo que tiene". El médico lucense defiende que, si se tienen las suficientes destrezas, transmitir una mala noticia a un paciente "siempre es duro, pero también puede ser reconfortante, porque si esta información se da de una manera adecuada, los pacientes tiene más capacidad de decidir, de dar respuesta a su situación y menos angustia por la incertidumbre".
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