Opinión

Teléfono de góndola Citesa

Tengo una vida en dos actos. Un pasado analógico, blanconegrista, natural. Y un presente que es siempre futuro, digitalizante, algorítmico, agotador. Pertenezco a una de las últimas generaciones de humanos que habitaron la distancia cuando era distancia. Cuando el ausente era un aliento que llegaba por carta manuscrita. Cuando el tiempo tenía una densidad espesa y no era una fragmentanción de notificaciones multimedia. Haber experimentado la presencia sin interrupciones está bien. Podemos recordar que había una calma cetácea en cada asunto, en cada tarde de pipas y cincoduros, en cada salida a la montaña sin más GPS que el corazón encendido.

Cada uno, supongo, tiene su estrategia para habitar un espacio propio donde rumiar los pensamientos e intentar esa concentración profunda, en flujo, antes de que la mutile un like o un guasap. Puede que tengamos todos los canales silenciados y el teléfono guardado en un cajón y sea el rumor sordo de la vida digital quien fragmente nuestros pequeños asuntos. Ese abismo de saberse conectados a todo y a todos como en una placa eléctrica es ya una idea insoportable. Por eso, este teléfono analógico de cable es un memento de aquella libertad sin vigilancia. Fue fabricado en los ochenta por Citesa para Telefónica, cuando las telecomunicaciones eran un asunto público y no monstruos financieros sin sentimientos. El aparto, de góndola y con marcación por disco, era entonces el ancla de cada casa con el mundo, cuando una llamada era un acontecimiento. Tiene cara de aparato eficaz y se le siente confianza. Fue ecualizado para transmitir todas las noticias y todos los secretos. Pura arqueología contemporánea.

Este teléfono no está conectado a nada. No suena ni hace ring. He intervenido el auricular para utilizarlo como micrófono. Así puedo hablar de cosas importantes donde otros habrán escuchado otras cosas importantes, e intentar que los minutos sean horas en estas vidas de distracción constante. Aquí, las palabras siguen siendo lentas y hay que pronunciar con gusto para que florezcan sin prisa. Porque de eso va este chacharro. 

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