Cosas que convienen | Medir el tiempo en su escala natural

Publicado: 11 may 2025 - 06:55 Actualizado: 11 may 2025 - 08:54

@txarca.ilustracion
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Hemos colgado la casa de pájaros de la misma rama del mismo árbol después de limpiar el nido anterior. Ver entrar y salir a la pareja inquilina recién multiplicada es la gran magia que mueve el mundo.
  • Cuando la oropéndola. Ese pájaro esquivo es el aviso del verano. Su canto suena como el gluglú del agua: unas notas que tranquilizan el nervio y recuerdan que todo está bien. A veces la veo cruzar desde la ventana en el bosque de atrás como un destello de oro. Una vez dejó una pluma amarilla sobre la hierba y, como creían los lakotas, supe que era un regalo y también una bienvenida.
  • Pasos de buganvilla. Surge en el jardín con ese movimiento espiral de todo lo vivo. Un gesto al que obedecen no sólo tallos, brotes y zarcillos, también lunas y planetas.
  • La flor del cerezo. Que pone fin al invierno y pinta al árbol de blanco como una bandera de paz. Las flores no tienen la maldad de los hombres y contemplarlas transforma el corazón.
  • El arroyo que recuerda. La panza de la montaña está llena de todas las aguas últimas y sus corrientes secretas van llenando los arroyos pasados. La tierra recuerda con el agua los pliegues de su cuerpo. El paisaje vuelve a ser paisaje.
@txarka.ilustracion
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  • El herbicida del viejo. Se sabe que es mayo cuando suenan las desbrozadoras, porque la hierba crece con sólo mirarla. También cuando el anciano contaminador se cuelga su mochila para envenenar impunemente la tierra y las aguas. Este funesto personaje es estacional como el cuco, pero carece de su inteligencia.
  • Si brota el castaño. Es el más rezagado del bosque próximo, sólo seguido por el nogal grande, que tarda en llenarse de hoja nueva para filtrar un sol de maravilla.
  • Al volver los grillos. Las buenas lluvias últimas los han hecho esperar en algún rincón de la tierra y ahora salen, cada noche, para darle a la noche esa música que devuelve las ganas de vivir.
  • Se aparece Vega. Es la estrella polar moral, la que señalaba el norte hace 12.000 años y la que volverá a hacerlo cuando la civilización humana sea un olvido. Saberla encima de la cabeza es el gran consuelo del verano. Todo está bien si Vega sigue ahí. Todo lo demás no importa.
  • Los hijos del carbonero. Hemos colgado la casa de pájaros de la misma rama del mismo árbol después de limpiar el nido anterior. Ver entrar y salir a la pareja inquilina recién multiplicada es la gran magia que mueve el mundo.
  • Florece el hipérico. Y su amarillo vital recoloca los ánimos hervido en infusión. Esta hierba sagrada es el sol mismo concentrado en una flor, por eso no conviene exponerse a sus rayos después de tomarla. El hipérico arregla la voluntad y hace que las ilusiones vuelvan. Es la fuerza del universo diluida en agua.

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