Galicia vuelve a la mina

Publicado: 23 mar 2025 - 01:00

Mina de Wolframio, en el ayuntamiento de Ourol, en la provincia de Lugo.
Mina de Wolframio, en el ayuntamiento de Ourol, en la provincia de Lugo. | La Región

La Unión Europea ha lanzado un ambicioso plan para asegurar el acceso a 17 materias primas estratégicas, esenciales para los sectores automovilístico, energético, tecnológico, espacial y de defensa. La medida responde al clamor de una autonomía industrial que, durante décadas, fue sacrificada en aras de una globalización sin redes de seguridad. Se adopta ahora, en un momento en que el tablero geopolítico internacional se tambalea y los intereses estratégicos chocan en cada esquina del planeta. Bruselas se enfrenta, pues, a una de sus mayores debilidades: la dependencia exterior en el suministro de materias primas fundamentales.

Durante años, la relación entre ecologismo y minería ha sido presentada como un antagonismo inevitable. Por un lado, quienes defienden la protección del medio ambiente denuncian los impactos de la actividad extractiva sobre el paisaje, el agua y la biodiversidad. Por otro, el sector minero reclama su papel esencial en el desarrollo económico y tecnológico, especialmente en un contexto de transición energética donde la demanda de materias primas críticas no deja de crecer. Pero ¿y si esta confrontación fuera, en parte, una falsa dicotomía?

Durante años, la relación entre ecologismo y minería ha sido presentada como un antagonismo inevitable.

Hoy, en pleno siglo XXI, la minería ya no puede entenderse como una actividad del pasado. Para fabricar aerogeneradores, baterías para coches eléctricos o paneles solares se necesitan minerales como el litio, el cobalto o el níquel. Sin minería no hay transición ecológica posible. Esa es la paradoja: para dejar atrás los combustibles fósiles se necesita más minería, no menos.

Hoy, en pleno siglo XXI, la minería ya no puede entenderse como una actividad del pasado.

La clave está en el cómo. Frente a modelos extractivos depredadores, es posible apostar por una minería moderna, sostenible y regulada, que respete el entorno y conviva con otras actividades como la agricultura o el turismo. Galicia, con su tradición minera y su riqueza geológica, tiene una oportunidad histórica de liderar este cambio de paradigma. Pero para ello, el ecologismo también debe actualizar su mirada: pasar del no a todo al sí, pero con condiciones.

Minería y ecología no tienen por qué ser enemigos. Si se hace bien, con transparencia, participación ciudadana y restauración ambiental, pueden ser aliados en la construcción de un futuro más sostenible.

La Comisión Europea ya no disimula su preocupación: la UE depende de China para el 97% del magnesio que utiliza, del Congo para el 63% del cobalto –luego refinado también por Pekín– y del gigante asiático para el 100% del refinado de tierras raras pesadas. La constatación de que el continente es vulnerable no solo ante shocks de oferta, sino también ante presiones geopolíticas, constituye un baño de realidad. La independencia estratégica, tan cacareada en los discursos comunitarios, solo será posible si se garantiza el suministro de los materiales que sustentan las tecnologías más avanzadas.

Y en este mapa de urgencias y prioridades, Galicia emerge como una pieza clave. Es un hecho respaldado por datos, por la experiencia histórica y por su potencial geológico. Así ha quedado patente en el encuentro Galicia, clave en la autonomía europea de minerales, organizado por la Cámara Oficial Mineira de Galicia (COMG), que ha reunido a expertos del sector minero, académico e industrial para analizar el rol que puede y debe desempeñar esta comunidad en esta transición estratégica. Por eso Galicia vuelve a la mina.

Es un hecho respaldado por datos, por la experiencia histórica y por su potencial geológico.

A la alza, la minería

El desarrollo minero puede contribuir al futuro de Galicia si se hacen las cosas bien, con respeto a los ecologistas. En un mundo donde el litio vale más que el petróleo y el acceso al cobalto puede determinar la soberanía tecnológica de un país, mirar para otro lado sería absurdo. Galicia tiene los recursos, el conocimiento, la experiencia y el compromiso para estar en el centro de esta nueva geopolítica de los minerales. No es solo una ficha del tablero: es una de las claves del juego.

A la baja, la renovación

Desde la prehistoria, el subsuelo gallego ha sido fuente de riqueza. Hoy, el 97% de las concesiones están en manos de pymes gallegas. No hay aquí grandes multinacionales ni megaproyectos al estilo canadiense o ruso. La minería gallega es de proximidad, con responsabilidad directa y con un legado cultural que debe ser actualizado, máxime cuando Bruselas ha lanzado el mensaje de que quiere autonomía minera, acceso garantizado a recursos y reservas estratégicas para al menos un año.

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