Opinión

El espejismo

Tarde vencida, entro al pueblo. La Galicia más verde llega a su hora. Pocas esperanzas de sol para los turistas. Pequeños fracasos. Vaho de frío en la casa de campo. Verdín en la escalera. Días de súplica mirando al cielo. Días de ayer, cuando la Semana Santa siempre parecía de cielo gris y aguacero. 

Aprender a pasar el tiempo bajo la lluvia. Distraer a los niños. Ver, los mayores, caer la tarde en las galerías, en las barras de los bares, en torno a un chocolate caliente. Volver a los libros. Al mal tiempo le debemos tanto los escritores. Horas de café y periódico. Maldicen los lugareños, que se aproxima tormenta, pero tormenta de rayos de hielo. Saludo desde lejos frente al restaurante. Aún llevo la resaca social de la ciudad. Busco silencio. 

Está el campo como el año pasado por estas fechas. La vieja casa empedrada con surcos de cemento. Han vuelto a taparle las grietas, como esas famosas que una vez al año pasan por la clínica de estética, a quitarse aquí y allá una tristeza, y alguna vuelta al calendario. Ha florecido casi todo con el veranillo de la semana pasada. La prensa del verano está sobre la mesa. Mismos malos problemas para mismas malas soluciones. El circo asfixiante de la política ficción. La basura en que nos envuelven para distraernos de lo importante de la vida, sin que lo suyo deje de ser terrible.

Chirrían las persianas. Hay que volver a recortar el seto. Hay una fina capa de agua en todo lo que está en el jardín. Lágrimas en los pétalos de las flores. El cielo negrísimo abre una brecha de luz. Y se cuela el último fogonazo de sol de marzo. Resuenan en la televisión del vecino las cornetas y tambores, los pasos secos de los palos portando tal vez un Cristo o a la Virgen de la Amargura. Mañana habrá procesión aquí. 

Volver a donde nada importa. Lección de vida vivida mil veces. Dejar reposar las malas sangres del trabajo, de lo doméstico, de lo político. También los que mandan se van de vacaciones. No hay mayor tranquilidad. Podrían quedarse así para siempre. Que se queden, que se queden en sus mansiones de verano hasta el final de la legislatura. Yo tengo bastante con recortar las flores en la mañana, adornar el jarrón del comedor, y levantarme sin prisa. No leer el periódico. Apagar la radio. Y salir a comprar dulces de Pascua. Tengo bastante con vivir la vida buena. El espejismo que nos permitimos solo un par de veces al año, quizá, pero cuánto nos llena. Qué urgente necesidad de parar el reloj, ahora que marzo redondea ya el trimestre de este año que tanto nos prometió.

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