Opinión

La adicción al paro

Hay dos formas de hacer política en cuanto al asunto del paro. Promoverlo, como hacen Sánchez y Yolanda Díaz, o perseguirlo, como hace Giorgia Meloni en Italia. Mientras que el socialismo español, y el comunismo siempre y en cualquier lugar, se esfuerza por promover la entrada de más y más ciudadanos en el círculo vicioso de los subsidios de desempleo, la presidenta italiana se esforzó por terminar con las pagas para personas en riesgo de exclusión, a menos que tuvieran imposibilidad real de trabajar, por ser menores, discapacitados o mayores de 65 años. El resultado fue un descenso histórico del paro, con 127.000 parados menos en tan solo cinco meses. ¿Quién lo habría imaginado?

La senda contraria a Meloni la representan al alimón los socialistas y comunistas de aquí. Ahora la ministra de Trabajo ha reformado el subsidio del paro, escuchando solo a los sindicados, sin consultar a la patronal y, por supuesto, sin tener en cuenta para nada a los autónomos, que son el pitorreo nacional desde la llegada de Sánchez a La Moncloa. Las dos primeras consecuencias de la reforma del subsidio por desempleo aprobada el pasado martes son fáciles de entender: cientos de miles de nuevos parados crónicos y más gasto público con un propósito incierto. En realidad, el propósito es totalmente cierto: recordemos que el Gobierno aprobó esta reforma a solo cinco días de las elecciones en Cataluña. Nada en política es casual.

El principal problema, sin embargo, es la cronificación de los parados. Cuanto mayores sean las ayudas y menores las exigencias o compromisos a quienes las reciben, mejor se vivirá en el desempleo, que, a fin de cuentas, a bote pronto, casi todo el mundo prefiere pasear al sol, levantarse tarde, y llevar vida de jubilado que partirse el lomo en cualquier puesto de trabajo de aspecto más o menos repugnante. ¿A cuántos conocidos les has escuchado decir esa mentira a medias de: “para cobrar casi lo mismo y esforzarme el doble, prefiero el paro”?

Con todo, el incentivo del desempleo no es un asunto que afecte solo a la productividad y en realidad a toda la economía. También hay otro factor que no suele tenerse en cuenta y es primordial: el psicológico. El trabajo nos realiza como personas, nos hace mejores, y nos permite alcanzar virtudes sin las cuales nuestras vidas son más grises, anodinas, y tristes. Lo dice alguien que aborrece levantarse por las mañanas a trabajar, pero hay evidencias que no podemos negar, porque terminaríamos poniendo palos a nuestra propia rueda. Todos hemos visto a personas destruirse y destruir a su entorno por entrar en la adicción a los subsidios y dejar pasar la vida entre paga y paga, sin más aspiración, sin más realización. La única reforma que necesita el subsidio de desempleo es una que provoque una ola de nuevos trabajadores, como hizo Meloni.

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