Opinión

Gol en propia meta

Como nada en el país y a estas alturas de legislatura puede funcionar sin que se produzcan trifulcas de diverso pelaje, tampoco se ha librado de proponer un altercado la votación que debía santificar en el Congreso la polémica reforma  laboral de la ley que en su día aprobó el PP. El caos en el Hemiciclo es tan considerable que el pasado jueves la coalición de Gobierno llegó al Congreso con todo presumiblemente atado y bien atado gracias al compromiso logrado con Ciudadanos, y al final, el texto de la modificación salió adelante porque un diputado popular se confundió al emitir el voto telemático y lo hizo a favor en lugar de hacerlo en contra como el resto de su grupo. Esa es la explicación oficial porque los parlamentarios populares responsabilizan al Gobierno de pucherazo y manipulación cibernética.

El mencionado Hemiciclo –nunca tan parecido al caricaturesco Hemicisco como lo bautizaron los  corresponsales parlamentarios de hace algunos años- se tornó un hervidero de acusaciones cruzadas, perplejidad y desencantos. Para otorgar a este disparate un punto más de pasión, los diputados de UPN abrieron sesión desobedeciendo la consigna de su presidente emitida desde Pamplona, y votaron en contra, lo que puso la reforma laboral de la vicepresidenta Díaz al borde del precipicio. El empate por tanto al que se vio abocada la propuesta lo arregló sin proponérselo un señor extremeño, abogado de profesión y ex alcalde Trujillo llamado Alberto Casero, que rompió el equilibrio con un voto favorable distinto a los emitidos por el resto de su grupo parlamentario. El voto cayó como una bomba. Un gol en propia meta como definió este sainete sin pies ni cabeza el ministro de la presidencia, Félix Bolaños.

El escenario que ha dejado tras de sí la jornada en la Cámara Baja es para pensárselo. El Partido Popular asegura que le han hecho trampa. Que Bolaños votó que no a la reforma en la línea de sus compañeros de formación, pero que una manipulación telemática lo convirtió en un sí, mientras el PSOE acusa al PP de haber comprado a los dos diputados de UPN para negar el voto cuando un día antes confesaron públicamente que sería favorable. El bloque independentista acusa al PSOE de haberlos traicionado, y todos en general se acusan de prevaricación –incluyendo a la presidenta Betet en el lote- y se zarandean en esa corrala indigna en la que se ha convertido el edificio de la carrera de San Jerónimo.

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