Opinión

Las lágrimas de Pedro

Confiemos en que las inclemencias meteorológicas nos concedan una breve tregua, dado que estamos en plena Semana Santa y quienes la viven con fervor saben que esta tarde da comienzo lo que se conoce como “triduo pascual”, el conjunto de actos con los que se conmemora el núcleo de la liturgia cristiana, esto es, la pasión y muerte de Jesús. No es cuestión de sacar a pasear bajo la lluvia esas valiosas tallas de madera.

En concreto, hoy Jueves Santo se recuerdan distintos episodios evangélicos conocidos por todos, incluso por quienes carezcan de la mínima formación o interés en asuntos religiosos: el lavatorio de los pies por Cristo a sus discípulos, la instauración de la Eucaristía en la Santa Cena, o la “Hora Santa”, que recuerda la angustia y las dudas de Jesús la noche en que iba a ser prendido tras la delación de Judas por treinta monedas de plata.

No deja de ser curioso el contraste de un día como éste, en que se celebra amor fraterno -pues tal fue el día del mandato “amaos los unos a los otros”-, con las traiciones que sufrió el protagonista, entre las que se cuenta no solo la de Judas, sino también la de Pedro, a quien su propio Maestro había avisado previamente: “antes de que el gallo cante, me habrás negado tres veces”. Del amor a la traición hay un paso.

Cierto es que Pedro lloró amargamente su deslealtad en cuanto oyó cantar el gallo, imagen que ha dado lugar a bellísimas representaciones en el terreno del arte, no solo en pintura, como muestra, entre otros, el cuadro de Caravaggio exhibido actualmente en el museo metropolitano de Nueva York; sino también en la música, con el estremecedor pasaje “Erbarme dich” (“Ten misericordia”), de la famosa “Pasión según San Mateo” de Bach.

Se ve, en efecto, que del amor a la traición no hay mucha distancia y, por lo que parece, seguiremos disfrutando de multitud de ejemplos de ello, dado el terreno abonado que supone la política de los últimos tiempos en nuestro país; nido de alianzas tan artificiales como insidiosas, donde las judaicas treinta monedas de plata han quedado sustituidas por siete escaños de oro, indulto de Poncio Pilato a Barrabás incluido.

La inopinada sucesión de tres elecciones en las próximas diez semanas -vascas y catalanas, a nivel autonómico, junto con las europeas- todas ellas destinadas a extrapolarse más allá de su ámbito natural de interés, dado el evidente impacto que pueden tener sobre la gobernabilidad del Estado, auguran así una cascada de fuertes emociones, ante su incierto resultado. Y ya se sabe que de las emociones fácilmente manan las lágrimas.

Todo parece apuntar, entonces, a que el endiablado panorama dibujado en el Congreso desde el pasado 23J, lejos de aclararse, se enturbiará aún más una vez se desvelen los resultados de tales comicios; pues, como quiera que terminen, el enfrentamiento presente en ambas regiones entre nacionalismos de izquierdas y derechas parece destinado a desembocar en una ecuación de respuesta imposible, de cara a mantener el actual Gobierno de coalición.

La noche de la Santa Cena, Jesús se fue al Huerto de los Olivos a meditar con sus discípulos e imploró a su Padre que apartase el amargo cáliz. Dicen que en el Palacio de la Moncloa también hay un huerto, que cultiva el propio presidente. De tener algún olivo, no podría ser mejor marco -temporal y espacial- para pedir misericordia, ante el vía crucis que se le viene encima. Igual vemos brotar las lágrimas de Pedro. No sería la primera vez. 

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