Opinión

Ganar, gobernar y ser digno de ello

Cataluña ya sabe lo que es el independentismo y este domingo dirá si le gusta o no el trabajo realizado en los últimos diez años en que esos partidos han sido la mayoría en el Parlamento. Desde Jordi Pujol (Convergencia Democrática de Cataluña), los hijos de los gallegos, andaluces, extremeños y demás, han fortalecido su cultura con la forma catalanista, y ahí está una porción del cuerpo sociológico que ayuda a entender parte del apoyo a la cosa catalana.

“La vaca no es de donde nace sino de donde pace” y con este refrán se han ido dando versiones alrededor de que uno es de donde se establece, sobrevalorando las compañías por encima del linaje y la crianza. El sentido agudo y sentencioso de este dicho tomará visibilidad electoral catalana este domingo 12M. Lo que ha venido siendo una lógica a la hora de analizar los votos ya no es tal porque la transversalidad del mensaje nacionalista ocupa una amplia referencia utilizada por todos con el fin de ganar más adeptos, convencidos o no; pero sí votantes de urna. Como nunca hay que creer lo que se dice en campaña electoral, la conclusión vendrá pasado este domingo, y hay muchas posibilidades de encumbrar presidente a alguien que no haya ganado las elecciones, una realidad a la que también nos hemos ido acostumbrando y también a que sin mayoría el país se ve sometido a vaivenes que nada tienen que ver con la gobernabilidad que ayuda a mejorar eso que ha venido llamándose ciudadanía. 

Llegamos al domingo plebiscitario del 12M porque los independentistas catalanes gobernantes no han sido capaces de hacer su trabajo y el mismo Pere Aragonés provocó el adelanto electoral al no poder aprobar los presupuestos para 2024. En estos años no se ha hecho frente a la sequía, al reto de las energías renovables, a la seguridad, al paro y se ha crecido en polarización afectiva e ideológica, esa palabra elegida como la reina de 2023 y que promete seguir esgrimiendo el diccionario de la lengua española para definir la realidad que nos toca vivir entre dos direcciones contrapuestas, dicho de otro modo, el escenario habitual del desacuerdo polarizado.

Durante todo este mes de mayo, Madrid es la Plaza de Toros de Las Ventas. Se va a llenar cada tarde y la que fue sede del partido Ciudadanos, próxima al coso taurino, servirá a más de uno para comentar lo efímero que son los partidos de centro en España y lo difícil que son los apoyos de verónica a capote extendido. 

Cuando el partido naranja ganó en escaños y votos las elecciones catalanas aquel 21 de diciembre de 2017, se confirmaba en Cataluña que su nacimiento, hacía 11 años, era necesario para luchar contra el nacionalismo. Albert Rivera terminó siendo más reconocido por ser pareja de la cantante Malú y a su sucesora, Inés Arrimadas, hasta le llegó la abdicación con la separación de su marido nacionalista. Desde dirigentes que lo fueron de Ciudadanos se reconoce haber desaprovechado aquella oportunidad catalana al haber dejado la tierra por Madrid. De no haberla abandonado, todo dice que estaríamos ante otro tipo de política en la Comunidad Autónoma de Cataluña. No siempre donde paces es bueno el pesebre.

La segunda comunidad autónoma más poblada de España nos tiene a la espera de si vamos a tener segundas elecciones en Cataluña, si Puigdemont nos deja, si en el Gobierno del presidente Sánchez el jaque es o no mate y siempre si lo dicho con verosimilitud electoral por los candidatos es también veraz.

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