Opinión

Déjà vu para Gallego Jorreto y Carmucha

Eran los años 80. No tengo idea de por qué recuerdo cómo vestía aquel día: abrigo azul marino y larguísima bufanda blanca. Me acercaba a cada cuadro y tomaba espacio. Volvía a acercarme y los cuadros de Carmucha, en aquel bajo de la delegación de Educación de la calle Concejo, entonces 13, me hacían entrar en un mundo fascinante que había permanecido inacabado a la espera de que su espátula le diese el toque maestro. Estoy convencido de que la divinidad creadora todo lo ha “hecho bien” pero ha dejado el último brochazo para ese grupo de gente a quienes llamamos artistas.

Muestra en sus pinturas un efecto curioso. Diluye tanto las líneas externas que sus cuadros son como las imágenes que ven los miopes cuando han perdido sus gafas. Vázquez Prats es capaz de tomar los palpitares de la gente y mezclarlos con los colores amarillo de Nápoles, sepias, fucsia y azul cerúleo de esta bellísima y perpleja ciudad de Ourense. La última vez que la vi fue el pasado verano en Coruña. Pero siempre tengo la impresión de entonces cuando comenzamos a hablar de pintura y de humanidad, que viene a ser lo mismo, y luego de una hora de conversación con palabras enanas y musitadas para no romper el silencio de la sala de exposiciones nos dimos cuenta de que nadie nos había presentado. No hacía falta. Nos conocíamos de siempre.

Ahora voy a escribir el nombre de Joaquina Gallego Jorreto pero no soy capaz de citarla sin el “Doña”. Es una de esas personas a la que oyes la primera vez y estás convencido de que ha sido tocada por la sabiduría. Eso produce, bueno… al menos en los de mi generación, una reverencia para nada incompatible con el sentimiento de cordialidad. En aquella época, nos dedicábamos y creímos que era para siempre al mundo del teatro. Doña Joaquina tomó el arte dramático en sus manos e hizo con él una herramienta educativa imprescindible. Cuántas veces en aquellas sesiones para maestros en el pequeño salón cultural de la Casa de Chocolate estábamos rodando por el suelo los 37 profesores del curso y ella y el ujier y yo mismo. Era una sesión de Mimo. Pero también de amistad, afecto, cariño y apego: Es decir de “creatividad”. También con ella tuve esa sensación automática de “Déjà vu”.

Desde esta columna, ahora de los viernes, he querido traerlas aquí. Mi intención es rendirles un homenaje y avisarles a ustedes de que la vida va a presentarles a personas que formarán parte esencial de su historia personal. Son personas a las que no estarán ligados aparentemente por nada, pero que les resultarán familiares. Nunca les preguntes ¿quién eres?, ¿cuánto dinero gana tu padre?, ¿cuánto pesas? Goza de su intimidad y afecto. Este fenómeno se encuentra entre la neurociencia y la psicología. Parecen estar involucrados los lóbulos temporales aunque científicamente aún no se explica. Sea como fuere, aquel piloto perdido en el Sahara, Saint-Exupery, sabía el truco : todo lo que mires sea con el corazón.

Me ha quedado un artículo un poco afrancesado pero de urgente necesidad para aumentarle a esta urbe su autoestima por la posesión de tantos hijos ejemplares. Sé que un día la otrora inspectora y la actual pintora tendrán una placita dedicada, qué menos, con fuente, pero ya nadie preguntará, al zureo de las palomas urbanas: ¿Quiénes eran? Tampoco yo pregunté. Con lo que viví me llega.

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