Jaime Rodríguez Arana
El autoritarismo
El siglo XX vio nacer a toda una familia de materiales de gran importancia en nuestra vida: los polímeros (o “plasticos”, como se conocen por la gente no especializada). Los plásticos aparecen para dar solución a la necesidad de tener materiales fáciles de moldear en formas complejas, de forma barata y en grandes cantidades. Esta gran versatilidad de los plásticos hizo que invadieran numerosas industrias: el mundo aeronáutico, el automóvil, el empaquetado, construcción, la agricultura,… prácticamente no hay sector en el que no haya una aplicación para un buen plástico. Si combinamos versatilidad con precio, los hemos hecho idóneos para múltiples aplicaciones. Y para colmo, se ha extendido en el imaginario de la sociedad, que los plásticos son, además, reciclables. Pero hay muchos “peros”, más allá de sus limitaciones como material de ingeniería (las más importantes es que no aguantan bien la temperatura y que se queman con mucha facilidad y muy rápido). Voy a detenerme en dos de estos “peros”.
El primer “gran pero” es que solo una familia de plásticos (los termoplásticos) son reciclables. Los plásticos “termoestables”, muchos de ellos resinas (utilizados también para fabricar materiales compuestos), no se pueden reciclar. La mayoría de plásticos con los que convivimos en nuestro día a día, son termoplásticos, supuestamente reciclables. La realidad es que menos de un 10% del plástico producido es reciclado. Y la consecuencia es que generamos toneladas de plásticos que van a vertederos y muchos de ellos acaban en los ríos y en el mar, donde acaban formando islas de gran tamaño. La mayor que existe reportada es conocida como “la gran mancha de basura del Pacífico” que ocupa una superficie equivalente a la península ibérica.
La realidad es que menos de un 10% del plástico producido es reciclado. Y la consecuencia es que generamos toneladas de plásticos que van a vertederos y muchos de ellos acaban en los ríos y en el mar, donde acaban formando islas de gran tamaño.
El segundo “gran pero” es que los plásticos son materiales muy blandos en comparación con los metales y las cerámicas (entre las que podemos incluir minerales, piedra natural, …). Eso hace que, en contacto con todo su entorno, tiendan a degradarse formando lo que conocemos como microplásticos, que pueden ser relativamente grandes (del orden de 5 mm de diámetro equivalente) o muy pequeños (menores de un micrómetro). Miles de productos hechos de fibra sintética son productores de microfibras. Los líquidos (por ejemplo, el agua) en contacto con los plásticos pueden ser contaminados al nivel de las nanopartículas, que pueden acabar en nuestro organismo. Los microplásticos alcanzan los mares, los ríos, el suelo y el aire. Desde nuestra casa hasta el Ártico o la Antártida. Los seres humanos ingerimos diariamente una ingesta media de plásticos de unos 600 nanogramos. Plásticos que llegan a muchos de nuestros órganos, incluyendo el cerebro. Por supuesto que también llegan a los organismos de otros mamíferos, aves y peces.
Los materiales que fueron protagonistas del siglo XX ahora resulta que no son “sostenibles”, están generando un problema medioambiental importante y además pueden dañar nuestra salud. ¿Tiene esto solución? Por supuesto que sí, pero hace falta combinar dos cosas: una legislación que premie la utilización de materiales alternativos y una gran inversión en la I+D que permita desarrollar plásticos más reciclables y, sobre todo, biodegradables.
En esta última dirección hay muchas posibilidades. Por ejemplo, buscar polímeros alternativos a los que utilizan derivados del petróleo (la mayoría). Polímeros basados en sustancias naturales que puedan ser degradados en la naturaleza sin contaminarla. En el “Center for Emergent Matter Science” (CEMS) de Japon, han desarrollado un polímero (aun en fase de investigación) que se desintegra al entrar en contacto con la sal. El material, afirman, no es tóxico y además es resistente al fuego y si se quema, no genera CO2. Otro grupo de investigación de la Universidad de Kobe, ha desarrollado un polímero biológico, que se fabrica con bacterias y encimas, sin generar residuos tóxicos, que es totalmente biodegradable. En China están desarrollando plásticos a partir de la celulosa del bambú, que aseguran se degrada completamente en menos de dos meses en contacto con el suelo. Existe en el ámbito científico la madurez suficiente para abordar el problema con soluciones viables. Como siempre, es necesaria la voluntad política para poner en marcha políticas de I+D que direccionen, mediante financiación suficiente, a los grupos de investigación que hagan realidad el sueño de tener polímeros totalmente reciclables, biodegradable y no contaminantes.
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