Opinión

El atentado de Fico como síntoma

El presidente eslovaco, Robert Fico, es muy posible que salve la vida tras el atentado que sufrió el pasado miércoles, pero la herida que han dejado los cinco balazos que recibió trasciende el intento de magnicidio cometido, al parecer, por un lobo solitario, porque es un síntoma de una situación generalizada en la vida política de muchos países donde la polarización y la crispación se han enseñoreado del debate político, y una vez desatado el todo vale contra el adversario político, ya esté en el gobierno o en la oposición, los valores democráticos que han informado la vida de la Europa democrática comienzan a diluirse y necesitarían de un reforzamiento en el que las elecciones europeas del próximo 9 de junio debieran desempeñar un papel determinante.

La sucesión de incidentes en el que han resultado atacados políticos de distinta ideología en varios países, el intento de quema de una sinagoga en Ruan, las declaraciones ultranacionalistas y los mensajes antiinmigración y xenófobos además de determinadas acciones que son vistas como algo inocuo a pesar de su gravedad, junto con el intento de desprestigiar las instituciones y los comportamientos democráticos son el caldo de cultivo que provocan el intento de magnicidio en Eslovaquia o el ataque a candidatos al Parlamento Europeo.

Y sin embargo, no parece que las elecciones europeas vayan a constituir un antídoto contra esos síntomas de la enfermedad, sino más bien al contrario, se exacerbarán los ánimos cuando se consideran una segunda vuelta de procesos nacionales, son utilizadas para reprobar al gobierno de turno y cuando la externa derecha está a punto de obtener unos resultados muy notables que pueden condicionar a los partidos conservadores tradicionales.

Actuaciones como la de la treintena de grandes empresas alemanas, de las que cotizan en el Dax, sindicatos y patronales que han pedido a sus trabajadores que novvoten a partidos de extrema derecha y lo hagan por partidos proeuropeos, demuestran hasta qué punto el sector económico está preocupado por las consecuencias del auge de la ultraderecha y del nacionalismo furibundo.

Un ambiente electoral no es el más propicio para alcanzar algún tipo de acuerdo o compromiso entre los agentes políticos y mediáticos, salvaguardando siempre la libertad de expresión, para evitar las escaladas verbales y la utilización de verdades alternativas que no se corresponden con la realidad o no lo hacen en la medida en que pregonan quienes, por ejemplo, vinculan la inmigración ilegal con la delincuencia, o quienes mantienen posiciones antieuropeas, o quienes caen en las redes de desinformación lanzadas desde Rusia, que interviene entre bambalinas en todos los procesos electorales europeos para desgastar los principios democráticos y liberales.

A los líderes europeos les corresponde realizar una reflexión profunda para evitar que la polarización envenene las relaciones entre sus ciudadanos y en la que la defensa de los valores europeos sea una prioridad.

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