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LA NUEVA OURENSANÍA
“Ourense fue el sitio que me abrió las puertas para establecerme”, manifiesta solemne Gina Paola Hernández Castro, natural de Cartagena de Indias, Colombia, apenas empieza la entrevista. Nuestra cámara no lleva ‘tally’ pero ella, que conoce el medio, aparca la naturalidad por un instante y se concentra en las preguntas. Se nota que estamos ante una profesional de la imagen porque aunque le sorprenda por momentos el cuestionario, no abandona la sonrisa.
“Mi madre vino hace años desde Venezuela y vive en Navalcarnero”, comenta. Ella cambió el centro del país por este rincón de la península. “Hice una parada de un mes en Madrid pero me dí cuenta de que allí arrancar era muy difícil”, comenta.
“En Colombia vivía en Bogotá y me dedicaba al modelaje, hacía televisión y eventos artísticos en general”, revela. Cuenta que en una vida anterior se dedicaba al mundo de la estética y de repente la captaron para pasarela. “Yo estaba de maquilladora y me dijeron que debería dedicarme a la imagen porque tenía el tipo y el porte y así fue como me metí en una escuela de modelos”, comenta.
Desconoce Gina la sevillana de María del Monte que suena un poco como lo que le pasó a ella. Pero su idilio fue con la cámara y no con un mozo andaluz con ganas de verbena. Desde aquí compartimos el referente para que esta joven colombiana nos entienda. En resumen, el porvenir se le resolvió de repente sin buscarlo, estando ella a otros temas. De ahí pasó a la televisión, “hacía comerciales, trabajaba para programas de sábado, hice documentales, trabajé en producciones como ‘El cartel de los sapos’ de Netflix…”, explica. Reconoce que empezar de cero en el sector en la capital española es complejo.
“Una persona me conectó con unos amigos que estaban en Leiro”, comenta. De la zona del Ribeiro, se fue a la aldea de A Telleira, en Coles, y de ahí se vino a Ourense. Tiene Gina un niño de tres años que se llama Maxi y que trajo con ella. Vive en Santa Teresita con su hijo, es madre trabajadora y libra los lunes.
Se gana la vida aquí como camarera, pinta que es apreciada y que le gusta su empleo. “Casa Amador, cerca de Cudeiro”, revela. “La gente te acoge y te respeta, mi experiencia con los gallegos es muy buena”, reconoce. “Eu falo un pouquiño”, se arranca la actriz, ¡pronto Gina en la Televisión Galega! Si los productores del canal saben reconocer la previsión demográfica de nuestra terriña, más pronto que tarde tendrán que incorporar en consecuencia. De aquí a 2050, un 25% de perfiles dándole pie a Gayoso como el de esta cartagenera.
“Yo lideraba un grupo de mujeres solteras cabezas de hogar”, comienza Gina, “les daba cursos y talleres de temas de estética para que pudiesen conseguir un empleo”, añade. Cuenta que se trataba en muchos casos de personas violentadas, desplazadas, madres adolescentes y sin ningún tipo de formación para poder incorporarse al mercado laboral, que, en muchos casos, conseguían a los tres o cuatro meses un contrato. “Como afrocolombiana y figura pública tenía voz en la comunidad”, explica.
Cosas feas pasaron después, algún robo intimidatorio, tras una época de protestas. “Cuando luchas por los derechos, en un país como Colombia corres riesgos”, explica sin entrar en detalles. Gina decidió dejar su país, a pesar de tener allí el camino ya medio hecho.
“Lo que tiene que garantizar un presidente es que todos los ciudadanos estemos bien, para no tener que emigrar”, comenta con cierto hartazgo en relación a los recientes rifirrafes de Trump con Gustavo Petro. Gina modelo sí, pero opiniones propias también tiene, va a ser que no es sólo cuerpo.
Se levanta Gina para invitarnos al café y cruzamos la cafetería con ella. Dos mesas circulares de señoros de cierta edad, sin pudor alguno giran la cabeza. “Yo soy muy sociable, no tengo problemas con nadie”, nos explica la cartagenera risueña.
Le encanta Barra de Miño, el clima de Galicia, sus veranos, sus inviernos. Nos confiesa que le pirra el pulpo y que un día, de tanto papar tentáculo, casi no lo cuenta. “Me atiborré y luego alguien me dijo que tomara leche”, ¡menuda mezcla!
No nació en Galicia ni sus mejillas tienen el color de protagonista de Sempre Xonxa, pero con sus ademanes y razonamientos demuestra que su ourensanía es un puro querer, al margen de la partida de nacimiento.
Conocí un día en Ourense a Gina Hernández, la llamaban a menudo ‘rapaza’ en el bar, y ‘rapaza’ se sentía ella.
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