Billy Preston: Entre Dios y el Diablo

Billy Preston, con su inconfundible órgano Hammond B3, durante un concierto.
photo_camera Billy Preston, con su inconfundible órgano Hammond B3, durante un concierto.

Fue el único músico que trabajó con los Beatles y con los Rolling Stones, llegando con estos últimos a hacer dos canciones propias en sus shows de mediados de los 70. A través de su inconfundible órgano Hammond B3 hizo todavía más grandes a músicos como Eric Clapton, Ray Charles, Aretha Franklin, Barbra Streisand y Sly & The Family Stone. Vivió los años de leyenda del rock´n´roll y viajó desde el gospel y el movimiento por los derechos civiles de las décadas de 1950 y 1960 en Estados Unidos al Swingin’ London pasando por la British Invasion, el sonido de Topanga Canyon, el Rock ‘n’ Roll, el Funk y el Soul de la década de los 70. Su capacidad de adaptación musical no conocía límites y su intensa vida parecía ser una interminable montaña rusa de emociones. Sin embargo, tras la apariencia alegre y empática de su persona se encontraba un alma atormentada por los abusos y errores de su pasado. Se convirtió en uno de los músicos más solicitados del mundo y alcanzó fama y éxito mundial, pero siempre con su alma dividida entre sus profundas raíces en la Iglesia como creyente y el constante conflicto con su identidad como hombre negro gay.

Todo esto es lo que se cuenta en el excelente documental cuyo estreno doblado al castellano se ha anunciado para este próximo otoño, cuyo título es el mismo que el de uno de sus más famosos trabajos discográficos, “Billy Preston: That´s The Way God Planned It” y vuelve a cobrar actualidad en estos días de celebración del Orgullo LGTBIQ+. Dirigido por Paris Barclay, es un trabajo muy similar al documental que hace algunos meses también reseñábamos en estos papeles de rock sobre Little Richard dirigido por Lisa Cortés. Diré más, Paris Barclay, presidente del Directors Guild of America, es un director negro abiertamente gay y de enorme prestigio en la comunidad afroamericana, con lo cual con toda seguridad ha sabido construir un relato que se aproxima con una enorme veracidad a la manera en la que Billy Preston vivía su homosexualidad. En cuanto a los testimonios que se recogen en el documental, a destacar los de Ringo Starr, Eric Clapton, Mick Jagger y la viuda de George Harrison, Olivia.

Tal y como se explica en la cinta, Billy Preston fue un caso evidente de niño prodigio. Desde los tres años de edad tocaba de oído el piano y el órgano y apareció en televisión por primera vez a la edad de 5 años. Cantó a dúo la canción “Blueberry Hill” de Fats Domino en el programa de televisión de Nat King Cole en 1957 a los 11 años, y a partir de ahí su carrera fue hacia arriba como un cohete. “Fue la forma en que Dios lo planeó para mí. Nunca salí a hacer una audición”, decía el propio Billy Preston en una de las entrevistas recopiladas para la elaboración del documental. Apenas con 11 años de edad, en 1955 sufrió repetidos abusos sexuales por uno de los músicos de sesión del programa de radio “Amos N’Andy” en el que participaba habitualmente. Su familia no le creyó o no quiso lidiar con eso. Algo que le dejó profundamente marcado.

También realizó una gira europea con Little Richard en 1963, cuando sólo tenía 16 años, una experiencia de la que nunca hablaría, aunque en esa gira fue cuando conoció a los Beatles en persona e inició una relación con ellos que se haría legendaria. De hecho, uno de los fragmentos más interesantes del documental viene dado por las imágenes de archivo que muestran a Billy colaborando con los Beatles en esa gira, tocando, cantando y bailando con una energía inagotable. A finales de los 60 Billy colaboró con los Beatles en “Abbey Road” y es el único artista al que se le atribuye un crédito en un álbum de los Beatles por “Get Back”. Asimismo, Preston tocó los teclados en la última actuación de los de Liverpool desde la azotea del edificio Apple el 30 de enero de 1969.

Si todavía ser gay en 2024 supone por parte de las mentalidades más retrógradas sufrir rechazo, discriminación cuando no violencia o delitos de odio, en la América de los años 50 era todo un estigma que Preston tuvo que ocultar y sufrir en el más absoluto silencio. Sin embargo, ello nunca generó rechazo en el ambiente del rock; todos los que estaban dentro del circuito sabían que era gay. Su talento era tan enorme que su homosexualidad no era un problema, aunque el punto de vista de la película sugiere que Preston tuvo amantes tanto masculinos como femeninos y de hecho, aunque sin profundizar demasiado en ese episodio, se habla de una posible relación que mantuvo con una chica llamada Kathy Silva a principios de los años 70. Cualquiera que fuese la relación entre Preston y Silva, terminó mal cuando Preston regresó una noche a casa más temprano de lo esperado y la encontró en la cama con Sly, el líder de Sly & The Family Stone. Algunas fuentes aseguran que Preston renunció a las mujeres a partir de ese momento.

Billy Preston, aunque famoso por su trabajo con otros músicos, también tuvo una carrera en solitario exitosa en la década de los 70. En 1972, ganó un Grammy por “Outa-Space” y en 1973 fue nominado a 9 premios Grammy de los cuales ganó 2, incluido Álbum del año. De 1973 a 1977 fue junto a Ian Stewart el teclista de los Rolling Stones -estuvo con ellos en su primera actuación en territorio español, en Barcelona en junio de 1976- y en 1975 fue el primer músico invitado en la primera emisión de “Saturday Night Live”.

Pero a comienzos de la década de los 80, su estrella empezó a declinar. El auge de la música disco no cuadró con su personalidad, que era esencialmente gospel, rock’n’roll, soul y rythm´n´blues. Empezó a tener problemas económicos, que se acrecentaron por su adicción a la cocaína. Musicalmente empezó a cosechar fracaso tras fracaso -fue despedido como director musical de un late-night show televisivo por su baja audiencia- empezó a beber con exceso y su vida personal se volvió un infierno; en 1991 fue declarado culpable de posesión de sustancias ilegales y condenado a seis meses de arresto domiciliario.

La necesidad de dinero de Preston para sostener su adicción a las drogas se volvió tan acuciante que en 1992 quemó su propia casa. Cuando le detuvieron, se declaró culpable del fraude al seguro por valor de un millón de dólares y se le ordenó ingresar en prisión y pagar 60.000 dólares en restitución. Fue también acusado, aunque absuelto por falta de pruebas, de violación de un chico de 16 años cuyos padres retiraron la denuncia y reconocieron que fue falsa, aunque esto si cabe destrozó más aún a Preston, quien siguió hundiéndose en el alcohol y las drogas.

Billy Preston llamó a su último manager y le reveló que finalmente les había dicho a los demás en terapia de grupo que era gay, algo que se había negado a hacer durante toda su vida. Entró en coma cuatro días después y murió el 6 de junio de 2006 en la Clínica Mayo de Scottsdale, Arizona, a los 60 años por una grave insuficiencia renal.

A pesar de todo, la película mostrará al Billy Preston que quizá el mundo no llegó a conocer: el hombre amable, sensible y contagiosamente encantador que a través de su inmenso talento, buscaba constantemente una aceptación que tal vez él no era capaz de darse a sí mismo.

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